Por José Luis Ayala.
Teófilo Villacorta Cahuide (1), es un artista dotado para expresarse con talento de varias maneras (2). Su pintura viene a ser una visión múltiple y caleidoscópica de la realidad y el ensueño (3). Su poesía es un registro de la experiencia humana, una especie de confesión en voz alta para dar una visión, respecto a tragedia que significa vivir en un tiempo lleno de conflictos (4). Sus cuentos se refieren a la otredad. Es decir, a la forma de ver al otro, a los otros, en quienes que también están en él. En este caso la identidad con los otros, hace que también seamos nosotros.
Un primer aspecto que exige un lector más o menos formado o que tenga cierto criterio crítico, es que el cuento tenga los requisitos esenciales con que debe ser desarrollado. El personaje o personajes, los conflictos humanos y el desenlace. El vanguardismo y la modernidad, sin embargo han traído, la necesidad de desconocer estos principios y producido notables cuentos. Aún así, en el cuento tiene que haber una persona o varias de carne y hueso o que hayan antes estado presentes. Si no hay un drama humano y si éste no se resuelve “racionalmente”, no es cuento, es un esperpento literario.
Todos estos requisitos reúne los cuentos de Teófilo Villacorta Cahuide, quien ha reunido diez y ocho narraciones en el libro: “Volver al mar como en los sueños” (5). Se trata de un texto que ha merecido el Premio Nacional de Educación Horacio 2010, en el género Cuento. Lo primero que advierte el lector es que el narrador conoce los mecanismos técnicos para escribir cuentos. Pero sobre todo, desarrolla un adecuado equilibrio entre los personajes, así como el entorno social y la vida interior. La ausencia de diálogos es intencional para narrar estados de ánimo, formas de pensar y emociones.
Por esa razón, muy pocas veces aparece el lenguaje cotidiano, la forma de hablar de los personajes. Es que desde un principio, el narrador decide que sus personajes no hablen, sino más bien piensen, intervengan actuando más que dialogando. Como se sabe, en la narración se puede distinguir al autor, al narrador y al narrativo. El autor es la persona que imagina la narración, es quien resuelve todo el universo antes de escribir, imagina el texto desde el comienzo hasta que termina de escribirlo. Es quien desarrolla el discurso propiamente dicho. El narrativo es el destinatario de la narración, es el receptor de lo que se afirma o aconteció un hecho en determinado lugar y tiempo.
Teófilo Villacorta Cahuide, sabe que estos elementos son claves, por esa razón, antes de escribir sus cuentos, decide que transcurran en la geografía física y humana que más conoce. Pero al mismo tiempo, es autor y narrador, imaginista y poeta. Precisamente, su sensibilidad de pintor hace que los puertos aparezcan como si se tratara de una acuarela verbal, la técnica que usa le permite ser a la vez quien plantea el tema, cuenta, habla por sus personajes, pero en el fondo es él mismo. Así, el narrador y el escritor cuentan juntos, ambos narran historias que conocen, porque demás está decir, que en los cuentos de Villacorta, hay mucho más de experiencia por no decir de autobiografía que ficción.
Por supuesto, también en sus cuentos hay ficción, imaginación y percepción. Ficción cuando narra dándoles vida a personajes y dotándoles de presencia nítida. Imaginación cuando crea una realidad más humana para sus personajes. Percepción cuando capta el entorno humano de quienes crea, para que tengan vida a través de la palabra. De modo que se trata de un escritor versátil en cuyas narraciones la plástica está permanentemente presente en el paisaje, en cuadros humanos donde se realizan las acciones. Habría que adicionar a esta arriesgada apreciación, el lenguaje limpio y cuidado, las palabras que escoge para producir un adecuado efecto narrativo.
Precisamente, a través de sus cuentos es posible percibir la experiencia y destreza de la narración, donde el narrador, el escritor y el cuentista convertido en un nictálope, camina hasta llegar a la meta. José Saramago al registrar esta experiencia dijo: “Mi narrador no es el narrador realista que está ahí para contar lo que ha sucedido, guiado por el autor, que, a su vez, mantiene la distancia. Al contrario, yo busco – aunque sin saber muy bien lo que hago o, en todo caso, empiezo a entender lo que estaba buscando después de haber llegado – una fusión el autor, del narrador, de la historia que se cuenta, de los personajes, del tiempo en el que vivo, del tiempo en el que se desarrollan los hechos… Es un discurso globalizador en el que cada uno de estos elementos desempeña igual papel”. Público, Lisboa, 2 de noviembre de 1991. (6)
El conocimiento que Teófilo Villacorta Cahuide posee respecto a la forma de narrar se inscribe dentro de los conceptos modernos de la literatura, especialmente del cuento. Es decir, que no se trata de un aficionado, se nota que ha realizado no solo cursos de aprendizaje, sino que además ha leído sin duda a los mejores cuentistas. Así se nota cuando se lee con verdadera atención de lector zahorí. A veces el narrador, se convierte en personaje, de modo que estamos frente a un maravilloso tejido verbal de colores, delante de un arco iris en el que detrás de él aparece la mirada del narrador.
Esta experiencia ha sido muy bien descrita por el Premio Nobel de Literatura 1998, cuando dijo: “En ocasiones digo que el narrador es otro personaje más de una historia que no es la suya, dado que la historia pertenece por entero al autor. Mi aspiración es borrar al narrador para dejar que el autor se presente solo ante una entidad más grande o más pequeña: los lectores. El autor se expresa por él mismo y, a través de esa suerte de pantalla que es el narrador. Es cierto, existe el narrador omnisciente, pero también es cierto que se puede sustituir el narrador por el autor omnisciente”. El País, Montevideo, 24 de junio de 1994. (7)
En el específico caso del cuento El Verdugo, la distancia entre Cahuide y el narrador es mínima. No hay espacio libre y menos fisuras para imaginar de otra manera el argumento del cuento. Ese hecho se debe a que antes de escribir cada cuento, hay un planteamiento técnico, como si un arquitecto diseñara, dibujara, hiciera una maqueta antes de empezar la aventura de llenar con palabras, la pantalla de la computadora que debe traducirse en poblar de palabras, la hoja en blanco. Esa es sin duda una virtud que Cahuide debería seguir explorando, pues se trata de una experiencia personal nueva y fecunda, que sin embargo, también la describió José Saramago al decir:
“El espacio que hay entre al autor y el narrador está ocupado, en ocasiones, por el narrador que actúa como intermediario, a veces como filtro, que está allí para filtrar lo que pueda ser demasiado personal. El narrador está ahí a veces para ver si se puede decir algo sin demasiado compromiso, sin que el autor se comprometa demasiado. Diría que, entre el narrador, que en este caso soy yo, y lo narrado, no hay ningún espacio que pueda estar ocupado por esa especie de filtro condicionante o por algo impersonal o neutral que se limita a narrar sin implicaciones. Se puede decir que hay una implicación personal en lo que escribo”. Juan Arias, José Saramago: El amor imposible, Planeta, Barcelona, 1998. (8)
En fin, ¿cuánto de personal hay en los cuentos de Cahuide como así también se le llama? Desde el punto de vista literario todo le pertenece, menos los personajes que desde que son creados empiezan a ser libres cuando el mensaje llega a los lectores. Mucho tienen que ver los conceptos de la academia y la práctica literaria. Por ejemplo: El Quijote de la Mancha, Paco Yunque, Rosendo Maqui, La Maga, El loco Moncada, Chacón “El Nintálope” existen, independientemente de sus autores. De igual modo: Maritza, el aceitero, el guanero, el verdugo, el abuelo y la abuela, vivirán aunque después nadie sepa que son criaturas creadas por Cahuide.
El entrecruzamiento entre el narrador y el autor, entre el pintor y el poeta a veces es inconciente pero, evidente. En otras palabras, esa forma mágica forma de narrar provoca que el crítico o el lector acucioso, se detenga para preguntarse dónde está narrador. Esta extraordinaria experiencia ha sido muy bien descrita por el autor del célebre libro Ensayo sobre la ceguera (9). “El narrador – dice - no existe, es una invención académica, gracias a la cual se han escrito miles de páginas en tesis doctorales […] El autor usa al narrador igual que usa a sus personajes, lo pone allí para decir lo que pasa. Pero está dentro de la historia, incluso el autor. Mi forma de narrar no coincide con los cánones. Yo soy el que escribe, y eso significa más de lo que parece, que yo estoy allí y soy el único que tiene que inventarlo todo […] Y, si para todo lo que se expresa hace falta un narrador, ¿dónde está el narrador en Las meninas? (10) El narrador soy yo, y soy los personajes, en el sentido de que soy el señor de ese universo. Y, a lo mejor, el lector no lee la novela, sino que lee al novelista. En el fondo, es eso lo que interesa saber: quien es ese señor que ha escrito eso”. Época, Madrid, 21 de enero de 2001. (11)
Pero sucede que a este juicio habría que agregar que Cahuide es además un artista multifacético, de modo que es lícito preguntarse: ¿Dónde está el poeta? ¿Dónde está el pintor? La respuesta es que se trata de una sola personalidad, pero con distintos lenguajes que se complementan. De modo que esa concurrencia de un innato talento, desde distintas vertientes, nos permite decir: Escribe cuando pinta un cuento, pinta cuando escribe un poema, narra mientras pinta un pasaje de la realidad, pinta la naturaleza humana con palabras; describe al ser humano y pinta la vida interior de las personas que lo acompañan. Mientras pinta escribe un poema que viene desde el fondo de su ser más íntimo. Así, la poesía, las palabras y la imaginación se mezclan y, no se sabe si sus cuadros son narraciones o si su pintura es un poema, es una forma de narrar para vivir, para hacernos vivir y olvidar que la muerte existe.
El poeta es capaz de abolir al tiempo, el narrador transgrede las leyes que tienen las palabras y el pintor puede atrapar la eternidad para siempre, en un cuadro. Teófilo Villacorta Cahuide, como mago del color y la palabra está dotado para escrigramar, grafipoemar, poesimapintar, pintagramar (12). En otras palabras, gramapintar, narrapoetizar, dibujapoemar, poemadibujar y finalmente gramapoetizar a base colores y metáforas (13). Es que para un artista total, es necesario también inventar nuevos términos, la crítica inteligente no puede usar los mismos mecanismos y las mismas palabras.
En síntesis, lo que queremos decir es que Teófilo Villacorta Cahuide, siempre desafiará a la crítica, al ensayo y a la inteligencia. Un artista de esa dimensión requiere de una distinta forma de escribir para describir y reescribir lo que ahora se ha dicho en torno a él. Narrador, poeta y pintor, reúne todos los requisitos para observar y retener en las retinas la dura realidad. Todos estos elementos hace que esté dotado por los Dioses milenarios de las culturas peruanas y pueda escribir una gran novela. Y ese día llegará porque es el camino que le espera, tal vez escriba más libros de cuentos y poemas, haga más cuadros de pintura. Tal vez no lo sepa, pero la novela que publicará ya está tocando la puerta de su taller y llega temprano con la vigilia. Cuando ese sueño se haga realidad, también lo abrazaremos emocionados como ahora, que compartimos sus proyectos y el mar interior de un gran artista.
1.- Teófilo Villacorta Cahuide. (Aija, Ancash, 15 de octubre de 1966). A los ocho meses de nacido fue trasladado a la caleta de Culebras (Huarmey), allí creció observando el mar que después será motivo de su literatura y pintura. Estudió en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes y en la Escuela Superior de Formación Artística de Ancash. Publicó poemas y desarrolló su labor pictórica. Su primer libro de cuentos titula "Aventuras en Marea Caliente", luego publicó "Flores en Mi Celda" (poesía) en 1999, "Nostalgia Desde Los Escombros" (poemas) en el 2001 y "De Color Rojo" (Relatos) en el 2003.
2.- Lo primero que conocimos fue un óleo Cahuide, desde entonces, tenemos pendiente escribir una ensayo sobre su pintura.
3.- Teófilo Villacorta Cahuide. Volver al mar como en los sueños. La realidad y el ensueño. Arteidea Grupo Editorial. Lima, 2010.
4.- Una característica del libro de Teófilo Villacorta Cahuide, es que refleja muy bien un mundo en permanente ebullición y cambio.
5.- Teófilo Villacorta Cahuide. Volver al mar como en los sueños. Es importante el juicio emitido por Braulio Muñoz, (nacido en Chimbote, Ancash). Sociólogo y profesor de Sociología en Swarthmore College, entre Filadelfia y Lima, Pensilvania. Autor de los libros de ensayo “Sons of the wind” (1982), “A story teller. Mario Vargas Llosa between civilization and barbarism” (2000), y de las novelas “Alejandro y los pescadores de Tancay (2004), y “Peruvian notebooks” (2006).
6.- José Saramago en sus palabras. Edición y colección de Fernando Gómez Aguilera. Alfaguara. Pag. 251. Madrid 2010. José de Sousa Saramago (Azinhaga, Santarém, Portugal, 16 de noviembre de 1922 - Tías, Lanzarote, España, 18 de junio de 2010), escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués. En 1998 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca destacó su capacidad para «volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía».[]
7.- José Saramago en sus palabras. Edición y colección de Fernando Gómez Aguilera. Alfaguara. Pag 251. Madrid 2010.
8.- José Saramago en sus palabras. Edición y colección de Fernando Gómez Aguilera. Alfaguara. Pag 251. Madrid 2010.
9.- Ensayo sobre la ceguera. 1995. Ensaio sobre a Cegueira, se refiere a una extraña epidemia condena a una ciudad a la ceguera blanca.
10.- Alusión al un cuadro conocido popularmente desde el siglo XIX con ese nombre. Originalmente se le llamó La familia de Felipe IV y es, probablemente, la obra más importante del pintor español Diego Velázquez. Es una pintura realizada al óleo sobre un lienzo de grandes dimensiones, con las figuras representadas a tamaño natural. Aunque no tiene firma ni fecha, por fuentes indirectas se data en 1656. Se halla expuesta en el Museo del Prado de Madrid.
11.- José Saramago en sus palabras. Edición y colección de Fernando Gómez Aguilera. Alfaguara. Pag. Madrid 2010.
12.- Escrigramar, grafipoemar, poesimapintar, pintagramar. Debido al espacio y al tiempo, no es posible teorizar ahora, lo haremos cundo le dediquemos un ensayo a su pintura porque en ella está presente toda su personalidad, indivisible.
13.- Gramapintar, narrapoetizar, dibujapoemar, poemadibujar y finalmente gramapoetizar a base colores y metáforas Palabras que necesariamente había que inventar para una justa apreciación crítica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario