Por Javier Enrique Arévalo
Todos estos pelagatos, pobres miserables, incapaces de generar su propia riqueza, vieron en el Estado, diseñado por el neoliberalismo tercermundista, el espacio propicio para negociar con poderes económicos leyes, prebendas, comisiones, monopolios, oligopolios, exenciones, concesiones. Cada pelagato de este país se metió a hacer política para chapar el Estado y manejarlo. Todos estos ministros, ex gerentes de empresas, con sus doctorados y maestrías internacionales, sus universidades privadas y sus amigos del club, o los enviados por el banco mundial o el FMI, estuvieron allí, dispuestos para controlar que la miseria humana se mantenga en su lugar. Los ciudadanos no hemos sido invitados a este festín, pero podríamos invitarnos a enterrarlo, sin embargo, demasiados años han pasado bajo un extremo adoctrinamiento ideológico, comprada por un crédito, acabó la clase media trabajando para su patrón y para el banco que le prestó la plata para que tenga un techo donde rumiar su miseria humana, analfabeta, precaria, inculta. Enterrarlos a todos, sepultar este modelo patrimonialista, dominado por la puerta giratoria, mercantilista, corrupto hasta su tuétano. La emergencia del ciudadano es fundamental, sin el ciudadano organizado, ninguna revolución democrática es posible. Pero si no son capaces de bajarse de un metro, bus, combi que los paletea y los grita, es muy difícil que sean capaces de llevar adelante una revolución .
No hay comentarios:
Publicar un comentario