NACIMIENTO DE CÉSAR VALLEJO
Por Danilo Sánchez Lihón
Era medianoche de tempestad en el pueblo de Santiago de Chuco el 16 de marzo de 1892, en que llovía intensamente con rayos y truenos. Una de las mujeres que se acurrucaban en el poyo de la casa tiritando comentó.– ¡Qué niño será este que nace con tremenda tempestad!A esto se suma el hecho de que Santiago de Chuco en aquella época no tenía servicios óptimos de salud, ni siquiera carretera para el traslado de vehículos motorizados a Trujillo para atender una emergencia.Santiago de Chuco era un pueblo ensimismado, un enclave, un paraje y una comarca que se valía por sí mismaNo tenía hospital, ni siquiera una Posta Médica. Tampoco había llegado la energía eléctrica. Las casas se alumbraban con lámparas, candiles y mecheros.Un hecho conmovedor y dramático, coincidente con el nacimiento de aquel niño, es que aquella noche a unos metros del lecho de la parturienta, en la calle de la cual apenas la separa una pared de adobe, se escuchaban gemidos de tormento.A los quejidos agónicos de la madre que “se moría” y a los alaridos de los familiares, se mezclan los estampidos de los disparos de fusilería, las imprecaciones y los lamentos de afuera.Algunas de aquellas balas motivadas por el enfrentamiento entre “Los rojos” partidarios de don Nicolás de Piérola, “El Califa”, y “Los verdes” fanáticos de don Andrés Avelino Cáceres, “el brujo de los andes”, que disputaban el poder presidencial, se incrustaron en las paredes y en el tejado.A consecuencia de ello, apenas al otro lado de la pared en que nacía César Vallejo, moría en ese mismo instante un hombre producto de estos enfrentamientos.Por eso, en él vida y muerte fueron espacios que siempre estuvieron indisolublemente ligados.Y quizá por eso, quien nacía en esos momentos diría después, en unos de sus poemas:Yo nací un díaque Dios estuvo enfermo,grave.
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