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“Y…
ESTUVE CAMINANDO JUNTO A ELLOS, HACIA EL CAMINO ETERNO QUE ESPERABA... PERO
ALGO OLVIDÉ… Y REGRESÉ.
Me aislé
en mi domicilio… sahumé, absorbí el aromático vapor y tomé eucalipto caliente
con miel de abeja, bajé la fiebre y alivié el dolor de cabeza con Paracetamol.
Hice
menjunjes de agua hirviente con kion, cebolla, ajo y miel. Asimismo, hice
gárgaras del pis de mis nietos, también de agua tibia con sal y limón. Cepillé
los dientes con un poquito de jabón y todo para expulsar el maldito virus, ya
derrotado dentro de mis pulmones, me agencié de un recetado expectorante…
¡¡Gracias, hijos…!!, por ser mis fértiles alientos, mis cuidadores, mis enfermeras y mis apasionados curadores, que en los terribles momentos pasados, estuvieron a mi lado, sin reproches y sin ningún temor al contagioso Covid-19, que portaba”.
Resumen del testimonio que brinda Salomón
García.
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