PROGRAMA
1316 DE VIERNES LITERARIOS /
11 DE DICIEMBRE 2020 /
7 p.m.
DESDE EL CENTRO DE OPERACIONES VL (COVIL)
I PARTE:
- RECITAL POÉTICO CON
JOSÉ MARÍA GAHONA, LLAMIL VÁSQUEZ, JORGE
HORNA.
II PARTE:
HOMENAJE AL POETA NACIONAL JOSÉ SANTOS
CHOCANO POR EL LXXXVI ANIVERSARIO DE SU PARTIDA
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CONECTARSE
A: http://viernesliterarios.blogspot.com
PROGRAMA 1316 DE VIERNES
LITERARIOS
11 DE DICIEMBRE 2020
(CENTRO DE OPERACIONES / COVIL / LIMA-PERÚ)
MCMXCI/MMXX
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EMPEZAMOS CON EL PENSAMIENTO DE LA SEMANA:
“UN ERROR NO
CORREGIDO A TIEMPO,
SE CONVIERTE EN
DOS, CON TENDENCIA A MULTIPLICARSE”
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EL RINCÓN DEL RECUERDO...
LIMA, 15 DE SETIEMBRE 2012, ENTREGA DE LA OBRA PICTÓRICA EN HONOR AL
RECONOCIDO POETA NACIONAL “CHACHO MARTÍNEZ” DEL ARTISTA PLÁSTICO GODOFREDO
PAJUELO, QUIEN TUVO LA GENEROSIDAD DE OBSEQUIAR AL PROGRAMA DE VIERNES
LITERARIOS PARA SU CORRESPONDIENTE RIFA. EL ACREEDOR, EL DECIMISTA NACIONAL
GERMÁN SÚNICO (+), A QUIEN SE LE HIZO ENTREGA EN SU DOMICILIO. LA DELEGACIÓN
ENCARGADA DE HACER LLEGAR LA OBRA ESTUVO CONFORMADA POR RODOLFO MORENO, JOLA Y
JUAN BENAVENTE.
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GALERÍA 2020…
FANNY PALACIOS IZQUIERDO / SONIA ESTRADA / CARLOS ALBERTO OSTOLAZA /
ALFREDO ALCALDE / FRANCISCO QUIJANO MELÉNDEZ / EVER ARRASCUE / GUILLERMO
NIQUÉN/ BRUNO PORTUGUEZ / HUMBERTO LOZANO TORRES / TEÓFILO VILLACORTA CAHUIDE /
CARMEN IRIS BRAVO / WILFREDO SALAZAR GONZALES / QUISPEJO / ELSA MEJÍA CALLE /
SAMUEL BUSTAMANTE / LENNIN VÁSQUEZ / ÁLVARO MENDOZA VILCA / CÉSAR MARTÍNEZ /
ÓSCAR CORCUERA / ALBERTO QUINTANILLA / ENRIQUE GALDOS RIVAS / HERBERT
RODRÍGUEZ…
OBRA:
BLACKLIVSMATTER / GEORGE FLOYD
ARTISTA PLÁSTICO:
GODOFREDO PAJUELO
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RECITAL POÉTICO
JOSÉ MARÍA GAHONA (Piura-Perú)
Autodidacto,
ha publicado las plaquettes “Canción de los marginados” (1982), “Elogio a la
madre” (1991), el poemario “Trasmnsparencias” (1995), “De Sol a Sol Girasol”
(2008).
MUJER
Pronto seré un hombre nocturno
aquí están todas mis monedas de oro solar
desgástame el alma
róbame todos los besos que me quedan
bébete el rocío
que columpia de las ramas de mis ojos
nunca dirás que no te amé nunca
en un trozo de mi canto
te escribí muchas caras de amor
bajo la lluvia o sobre las madrugadas
cuando tú me hablabas sobre tus penas color
violeta
y yo te ofrecía un rojo geranio de ternura.
VENCEREMOS
Venceremos la miseria
con el sudor de tu vestido
y mi camisa
con la fatiga de tu cuerpo
y mi cuerpo
Y del dolor sacaremos
limpia la vida
limpio
el amor.
NUEVE
a José Miguel Montenegro Díaz
Nueve puertas se me han cerrado
Con la llave de mi ternura
con la llave de mi alma
con la llave de mi fe
con la llave de mi corazón
nueve puertas he abierto.
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LLAMIL VÁSQUEZ (Lima-Perú)

LA CALLE
El semáforo sigue
en pie
Pero su sombra se
quiebra en
Varios ramales que
apuntan a diversas direcciones
No se si estoy en
mí o en cada quien
Si estoy bien o
mal es un acertijo
Que solo Dios o el
diablo conocen
Solo los santos y
los depresivos perciben
Lo corta que es la
vida
Los santos se unen
a Dios
Porque la vida es
solo una justificación para derrotar al mal
Los depresivos
luchan constantemente con el
Demonio. Son pocos
los que vencen, pero
Viven con el miedo
clavado en
El cuerpo.
TATUAJE
Cuando los ríos
cuelgan de mi ventana
Un resquicio de la
sabiduría de Dios se asoma
Te arrodillas y el
bosque negro delante de tuyo aparece
Aparece ese
gigantesco arbusto que arrolló a tu padre
Lanzándolo como un
trompo cósmico
Hacia la nada. El
grito ancestral de tu madre
Tatuó su logotipo
en tu mirada. ¿Qué se puede hacer?
Solo rezar porque
la espera y el miedo son siempre
Inevitables. El
amor está ahí pero no en uno.
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JORGE HORNA (Celendín – Cajamarca – Perú)

POESÍA
Mi ser es un álbum,
en él anidan enracimados
los versos
En blanco están sus
páginas,
montaraces firman sus
nombres
los pájaros
Silvestre se teje mi fuerza
en un
lienzo
ramos de corolas y espigas
se retratan a colores
En el alma están frescos
a flote los viveros
del color
la música
y la poesía
(De “Llueve a cántaros” / 1999)
AMOR
DE MAR
No fue simple escudriñar
la arena escurridiza entre
tus manos
ni el vaivén de las lanchas
en noble huida en altamar,
las olas, horas estancadas
al borde de la noche
tan sólo trajeron rumores,
alas de los acantilados
Cuando los peces olvidaron
sus elásticas osamentas
y los artesanos del agua
sonreían a las peñas
y a la espuma,
por la roca pulida de los
días
escapaba nuevamente tu silueta
Resignadas las aves
guarecieron su vuelo
en los arrecifes danzaron
los erizos y las estrellas;
entonces, cuando todo era sólo
intentos de añoranza,
surgió la bruma
con el sigilo de tus pasos
en sandalias,
esta vez el agua sí alcanzó
a mis tobillos
y la sed antigua de
orfandades
fue aplacada
con los yuyos del amanecer
Nos amamos en tu ciudad de
sal
desde las agallas granates
de los pescados
debajo de la sombra de los remos
con la alegría inmensa de
vivir
a un paso del mar
(De “Árbol de atisbos” / 2008)
DESVELOS
AMOTINADOS
El agua custodiada bajo una
sola llave
en el alto secreto de las
yerbas del campo,
su torrente derramado en el
tiempo
por las jalcas el río
Jadibamba
fluye desafiante al frío
en el valle llanguatino
el nítido compás de los
peces shagame
en las orillas intemporales
de Huasmín y Sorochuco,
Conga,
serena media esfera donde
cabe
el mundo espejo de los
trigales,
la papa y los pastizales
que se enarbolan en la
laguna El Perol
la cerradura de oro sólo
pertenece
por decisión de los Apus
a los vigilantes que
levantan en sus manos
entrecruzados colibríes y
relámpagos
a cada instante en sus
desvelos amotinados
(De “Labranza del agua”)
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Presentación
del Libro: “CUARENTENEANDO”
de CARLOS ALBERTO VALDIVIA GÁLVEZ
CARLOS ALBERTO VALDIVIA GÁLVEZ (Huancayo - Junín – Perú)
Estudió Ciencias Económicas en la Universidad Ricardo
Palma. Desarrolló su labor en el Estado en la Oficina de Planificación del
Organismo de Desarrollo de Madre de Dios, en la Oficina Departamental de
Estadística e Informática de Lima, entre otros oficios que le permitió recoger
a sus personajes. Actualmente integra el Taller de Literatura del Centro del
Adulto Mayor en Pueblo Libre. Ha publicado “De Padre y Madre” (2018) y
“Cuarenteneando” (2020). A continuación uno de sus relatos:
CABALLO NEGRO
Quién no conoce la feria de la cachina de objetos usados
en el distrito de la Victoria, en el cruce de las avenidas Grau y Aviación. En
1970 concurrí por primera vez, llevado por mi amigo Edmundo Olivera Peralta,
genial mecánico. En ese tiempo, Tacora, que así se llamaba, ocupaba solo una
cuadra de la avenida Aviación, y se vendía repuestos y herramientas usadas;
hoy, casi medio siglo después, ocupa
más de cuatro manzanas, unas quince cuadras, lugar donde cientos de
comerciantes ofrecen sus variadas mercaderías, no todas de buena procedencia, a
miles de compradores, los domingos desde las cinco de la mañana hasta las cinco
de la tarde. Sin lugar a dudas, es la “madre” de todas las cachinas de Lima.
Con el transcurso del tiempo fue incrementando la oferta
de productos, incluso comida y tragos, pero hay que tener valor, estómago y
“currículum” para atreverse a saborearlos. Es un pequeño Perú,
costa, sierra y selva; norte, centro y sur representados en una mezcolanza de edades, razas, sexo, condición
social y nacionalidad; políticos, profesionales, artistas,
poetas, deportistas, miembros del
clero y hasta muchas reinas de belleza sin corona; gentes
de buen y mal vivir, van en busca de antigüedades y objetos de valor. En dicho lugar puedes encontrar
un reloj cucú alemán, un auténtico cuadro de un pintor famoso, un robot japonés
de 1930, un tratado de medicina, una revista de “La pequeña Lulú”, una canica,
un artefacto electrónico ultramoderno, la biografía de Pitágoras, el puñal de
Pedro Navaja o las llaves de San Pedro.
El regateo, arte de comprar y vender, se luce como una
clase magistral en cada transacción. Me siento a gusto en ese conglomerado
variopinto de mercancías y personalidades. Durante las tres horas que dura mi
incursión y travesía, me hallo como pez en el agua, me sumerjo, aíslo y sumo en
ese mar humano, ora manso, ora bravo, interactuando con delfines y tortugas,
y atento siempre a pirañas y
tiburones que están al acecho, y suelto libre el cordel de mis pensamientos,
recuerdos e inquietudes.
Un domingo, al acabar mi habitual recorrido, mi ojo de
ajedrecista aficionado lo divisó, semiescondido, dormitando entre papeles,
plásticos y fierros. Era un caballo de ajedrez, negro, de madera, manchado y deteriorado por el tiempo. Sentí su
mirada y su pedido de socorro, convine en el precio con el vendedor, y por un nuevo sol lo
adquirí para juntarlo al resto de fichas disparejas que poseo. Al llegar a casa lo limpié, pensando darle una
capa de pintura, pero descubrí, con sorpresa y agrado, que su negrura era
natural. Lo enceré, lo dejé como nuevo y lo coloqué como adorno encima de mi
velador.
Echado en mi cama, antes de conciliar el sueño, me
preguntaba y le preguntaba, creyendo que me escuchaba: “¿De dónde eres,
caballito?, ¿cuál es tu origen?”. En una de mis noches de insomnio, creyéndome
dormido, me transmitió su historia: procedía del África, de un fino ébano
(madera muy apreciada), que fue
llevada a Europa para la fabricación de instrumentos musicales,
relojes y tallas pequeñas. Un noble suizo, a finales de 1800, mandó confeccionar un juego de ajedrez a un hábil
artesano, quien le dio forma y vida, vida sosegada… En esos tiempos, el
ajedrez, muy difundido y practicado por la nobleza, dio lugar a partidas en
veladas tranquilas de amigos. Acabada la Primera Guerra Mundial, y a la muerte
de su dueño, el juego fue donado por la viuda al club Sociedad de Ajedrez de
Zúrich, uno de los primeros clubes de ajedrez del mundo, y allí sí tuvo
actividad: galopaba diariamente, sin descanso, en las 64 casillas. Su lomo fue acariciado
por manos de mentes prodigiosas, fue sacrificado, acorraló y fue acorralado por reyes enemigos, participó
en miles de partidas, ganó, perdió y empató. Si bien fue diseñado para el
combate y la guerra, en su madera de ébano vivía el alma del artista que lo
talló, y ansiaba libertad, ya no gloria; ya no más saltos torcidos, no más jaques,
no más mates, no más sacrificios ni
celadas.
En una sesión de simultáneas, en abril de 1962, a más de
cien tableros, en una de las bellas plazas de Zúrich, acabadas las partidas,
tocado por Caissa, diosa del ajedrez, tomó valor e impulso, y salto fuera del
tablero. Nadie se percató de su huida y fue recogido al siguiente día por
Alfonso, un ciudadano peruano becado en Suiza, quien lo encontró camuflado
entre las plantas del parque; lo
conservó como amuleto y lo trajo a nuestro Perú. Así pasó de los Alpes a los
Andes y fue quedando en el olvido. Una vez más, después de muchos años, su
destino fue la calle. En doscientos años
pasó de la nobleza de Europa a la pobreza de la cachina de donde lo rescaté. Me
parece imposible que vuelva a participar en otra partida, al menos no mientras
esté en mi poder. En algunas noches, para calmar sus ímpetus y amainar sus
pesares y los míos, le recito el poema de José Santos Chocano: “Los caballos
eran fuertes… los caballos eran ágiles”…
Comentarios y
punto de vista de sus relatos…
“CUARENTENEANDO” de Carlos Alberto
Valdivia
Por Raúl Gálvez Cuéllar
Fue una alegría, un orgullo
y un honor para mí, el haber sido requerido para trazar unas líneas a manera de
preludio, en este bello libro de Carlos Alberto Valdivia Gálvez, que contiene
relatos.
Valdivia Gálvez no podía
escapar entonces de su destino de escritor. Prosista y de novel decimista. Cabe
destacar en este contexto absolutamente intimista, la exactitud de las fechas,
con lo cual el autor nos demuestra que siempre ha escrito, y que lo hacía muy
bien desde niño, “rimense y villacampino”, como se define.
Leyendo este libro se
advierte su riquísima experiencia, condición indispensable para ser escritor.
No puede ser buen escritor quien no tenga muchas vivencias, y Carlos las tiene
en exceso; y por esto mismo, al redactar en primera persona,
autobiográficamente (nadie puede eludir su biografía), resulta un texto ágil y
entretenido, pero sobre todo auténtico.
Este es un libro
confesional, catársico si se quiere, de este literato por herencia, que sabe
vivir con intensidad, hilvanando su raconto con puntadas de fina ironía y
singulares metáforas en sus cuentos y poesías.
Y no podía ser de otro
modo, tratándose de un escritor de raza, poquerista, billarista, sapero,
ajedrecista, futbolista, buscador de oro, mecánico, automovilista, gallero,
hípico, espiritista, coleccionista de herramientas, entre otras aficiones como
viajero, cazador, enamorador y bohemio.
Valdivia Gálvez realizó
estudios de Ciencias Económicas en la Universidad Particular Ricardo Palma, fue
servidor del Estado en varios departamentos del Perú, y casado con su bella
esposa Nancy Mego Aguirre en Madre de Dios, por haber tomado el “agüita de
Tambopata”. Y para la ceremonia de su boda, nuestro autor se puso ...“la camisa
de Ricardo, el pantalón de Ángel, la correa de Víctor, los zapatos de Jorge y
el reloj de Carlos...
En esta interesante y amena
obra podemos notar el amor, afecto y predilección que demuestra el autor por
Cotahuasi, lugar de donde provienen sus raíces. Asimismo, guarda un cariño
especial por los lugares en que le tocó trabajar y vivir. Mención especial para
el distrito del Rímac, especialmente para el barrio de Villacampa donde
transcurrió su niñez. Espero que disfruten, como lo hice yo, con la lectura
de este libro.
LOS RELATOS DE CARLOS ALBERTO
VALDIVIA
Por Juan Benavente
La literatura peruana, está cubierta de una serie de estilos y propósitos
que permiten plasmar en blanco y negro los diversos aspectos que la vida nos
ofrece. Tal es así, el caso del autor de este libro “Cuarenteneando” quien
aprovechando la coyuntura, tuvo el acierto de ejecutar la idea y lograr el
objetivo de publicar una serie de relatos, con la idea de sobrevivir el
espíritu testimonial, coloquial y hasta anecdótico de la senda de acciones que
privilegia la vida.
El ávido autor que quiere contarlo todo y para todos; pues sus relatos se
pintan para ello. Los múltiples temas dicen de su escribidor, un pertinaz
hombre de experiencias propias y ajenas que ha sabido matizar los momentos
trágicos, frustrantes con la forma de saber sobrellevar cualquier situación
difícil. Con los oficios desarrollados pues ha tenido una universidad encendida
en el pecho y en la inspiración para hablar de la gallada, la familia y de toda circunstancia que aflora
sistemáticamente desde que empieza el día hasta el anochecer y curioso porque
ya en la sombra de su vida y con el entusiasmo de haber descubierto la fuerza
necesaria que impregna la literatura, haciendo inmortal el pensamiento bañado
de sentimiento.
Carlos Alberto Valdivia Gálvez, que prosigue el camino de algunos
familiares que han abrazado con ahínco y entusiasmo, las artes como Raúl Gálvez
Cuéllar y Fresia Valdivia; respectivamente, le han trazado el camino para
continuar ejerciendo ese espíritu creador y simbolizado en su personalidad el
simpático relato de “Caballo Negro” que palmariamente da la impresión que es la
vida de muchos y no solo del autor.
Son temas recurrentes que cotidianamente la vida brinda rescatando el
testimonio como fuente de información y la serie de experiencias escritas de
una manera ágil con un lenguaje directo, dibuja y desliza breves episodios con
una dosis de cronista que da a conocer el aspecto socio-económico de aquel
entonces y que nos rememora ese mundo que hoy nos parece lejano cuando se
refiere al cambio tecnológico que dicho sea de paso también contribuye en un
desenlace de seres que por el involuntario destino se apartaron. Empuña con
energía la pluma para proponer su particular estilo ameno y refrescar al colectivo
interés de entusiastas lectores y por qué no, verse retratado en su coloquial
prosa.
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A los 86 años de su partida…
HOMENAJE AL POETA NACIONAL JOSÉ SANTOS CHOCANO
Nació en Lima, el 14 de mayo de 1875. Sus padres
fueron: José Félix Chocano de Zela y doña María Aurora Gastañodi de la Vega.
Bisnieto de don Francisco de Zela, precursor de la independencia del Perú. Cursó sus estudios secundarios en el Instituto de Lima, dirigido por profesores alemanes, pero al poco tiempo
se trasladó al Colegio de Lima, que dirigía Pedro A. Labarthe, donde fue condiscípulo de Clemente Palma. A la edad de 16 años, ingresó a la Facultad de Letras
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con la intención de formarse como abogado, sin
concluirlo.
Es considerado uno de los poetas hispanoamericanos más importantes, por
su poesía épica de tono grandilocuente, muy sonora y
llena de color, aunque también produjo poesía lírica de singular intimismo, todas ellas
trabajadas con depurado formalismo, dentro de los moldes del modernismo. Su
obra se inspira mayormente en los temas, los paisajes y la gente de su país y
de América en general. Su creación literaria obtuvo en el Perú un
reconocimiento nunca antes visto; llegó a ser el literato más popular después
de Ricardo Palma, aunque su ascendiente en los círculos
literarios peruanos fue disminuyendo paulatinamente, en beneficio de otro
grande de la poesía peruana, César Vallejo. No obstante, Chocano sigue siendo
recordado por la mayoría de los peruanos como un gran poeta; algunos de sus
composiciones como «Blasón», «Los caballos de los conquistadores» y «¡Quién
sabe!…», son clásicos de las recitaciones hasta la actualidad.
Su infancia transcurrió en plena Guerra del Pacífico, cuando los chilenos ocupaban la capital del Perú. Cursó sus estudios secundarios en
el Instituto de Lima y en el Colegio de Lima. En 1891,
ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, pero
no concluyó su carrera. En 1894 se inició en el periodismo, colaborando en el
diario La Tunda, que se oponía al segundo gobierno del
general Andrés A. Cáceres. Acusado de subversión, fue encarcelado
en una celda submarina de la Fortaleza del Real Felipe. Tenía entonces 20 años. Salió libre tras
el triunfo de la revolución
cívico-demócrata de 1895 y
gozó del apoyo del nuevo gobierno. Publicó sus primeros poemarios y editó
periódicos y revistas en la imprenta del Estado. Luego recorrió América como diplomático y aventurero; se desempeñó
en algunas misiones diplomáticas que le condujeron a Centroamérica, Colombia y España. Durante su estancia en Madrid y dada su vinculación al movimiento modernista en torno al editor y librero Gregorio Pueyo, publicó su poemario Alma América (1906).
Separado del servicio diplomático al ser involucrado en una estafa al Banco de España, pasó a Cuba, Puerto Rico y México, donde fue secretario del jefe
revolucionario Pancho Villa. En 1915 se trasladó a Guatemala, donde colaboró con el dictador Manuel Estrada Cabrera, lo que casi lo llevó ser fusilado en
1920 al ser derrocado este, salvándose gracias a la intercesión de muchos
estadistas y escritores del mundo. En 1921 volvió al Perú y el gobierno
municipal de Lima lo nombró poeta laureado, otorgándole una corona de laureles de
oro en 1922. Se declaró amigo y simpatizante del presidente Augusto B. Leguía. Se convirtió en el panegirista de las
«dictaduras organizadoras» del continente.
En 1925, asesinó de un disparo a quemarropa al joven
escritor Edwin Elmore, luego de un altercado entre ambos en el
local del diario El Comercio de Lima. Chocano salió en libertad a
los dos años, pues el Congreso de mayoría leguiísta ordenó cortar
el proceso judicial.
Se fue a vivir a Santiago de Chile, donde padeció penurias económicas. En 1934 fue asesinado en un tranvía por Martín Bruce Padilla, un esquizofrénico que afirmó haberse asociado con el poeta en la búsqueda de tesoros ocultos, pero al verse marginado de los supuestos beneficios de la empresa, optó por vengarse de esa manera. En realidad, Chocano no halló ningún tesoro. Fue sepultado en Santiago. Treinta años después sus restos fueron trasladados a Lima.
En 1894 se inició en el periodismo, colaborando en el diario La Tunda con creaciones líricas destinadas a criticar al segundo gobierno de Andrés A. Cáceres, en el marco de la revolución de 1894-1895. Acusado de conspiración, fue apresado y encerrado en uno de los aljibes (celdas submarinas) de la Fortaleza del Real Felipe, junto con el coronel pierolista Domingo Parra. Uno de sus custodios fue el entonces teniente Óscar R. Benavides, que después sería mariscal y presidente del Perú. Estuvo encerrado durante seis meses en medio de penosas condiciones, hasta que fue puesto en libertad, poco antes del triunfo de la revolución.
Pasó a ser secretario de Manuel Candamo, presidente de la flamante Junta de
Gobierno, y de Elías Malpartida, ministro de Hacienda, en 1895. Ese mismo año obtuvo la concesión de la imprenta del Estado, donde editó
simultáneamente sus dos primeros libros de versos: Iras santas y En
la aldea. Tenía entonces 20 años. Al año siguiente publicó Azahares,
colección de poemas amatorios. Estas primeras creaciones denotan la influencia
del romanticismo tardío americano y europeo. De otro lado, dirigió
provisoriamente El Perú Ilustrado y editó La Neblina, La
Gran Revista y El Siglo XX. Contribuyó a constituir la
sociedad literaria «Enrique Alvarado». Auspició las primeras publicaciones
de José Fiansón, Clemente Palma, Enrique López Albújar, entre otros. Se dedicó a colaborar en
casi todas las revistas del continente. Organizó el homenaje público al
poeta Luis Benjamín Cisneros, ya anciano e invalido. Por entonces
contrajo matrimonio con Consuelo Bermúdez y Velázquez, la musa inspiradora de
sus primeros poemas (2 de febrero de 1897). Con ella tuvo tres hijos: Eduardo Adolfo (1897), José Alberto (1901) y
José Santos (1903).
En 1897 partió a Chanchamayo, en la selva peruana, deseoso de tentar
suerte en el negocio de la explotación de café. Fracasó en este menester y regresó a Lima, con el ánimo de «cultivar solo
la poesía». De todos modos, su viaje al interior del Perú le permitió tener un
conocimiento de su país que fue sumamente valioso para su creación poética. Por
entonces publicó su poemario La selva virgen. En 1899 su poema épico La epopeya del morro ganó un concurso
promovido por el Ateneo de Lima; ese mismo año publicó otro poema largo, El
derrumbe (llamado después El derrumbamiento). En 1901 publicó El canto del siglo.
En 1904, el gobierno de Manuel Candamo nombró a Chocano como Encargado de
Negocios en Bogotá. Por entonces acababa de producirse la
independencia de Panamá y el gobierno peruano fue uno de los
primeros en reconocer ese hecho, lo que le granjeó la animadversión de Colombia, país con el que el Perú mantenía un diferendo limítrofe. Era necesario,
pues, restablecer los buenos oficios con el país del norte. Chocano tuvo éxito
en su misión y logró que la cancillería colombiana aceptase someter la cuestión
limítrofe al arbitraje del Rey de España. Pero a raíz de una desavenencia con
los ministros de Estado de su país, renunció a su cargo en Bogotá y partió
nuevamente hacia Centroamérica.
De vuelta en Lima, el gobierno de José Pardo lo nombró Secretario de la misión
especial que encabezaba Mariano H. Cornejo para discutir los límites
peruano-ecuatorianos ante el rey de España (1905). En su viaje a España pasó
por Santiago de Chile y Buenos Aires, donde conoció a Bartolomé Mitre. En Montevideo tomó el barco que lo trasladó a la península
ibérica. Allí hizo amistad con los más importantes escritores españoles del
momento: Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Miguel de Unamuno, Jacinto Benavente, Manuel Machado, entre otros. También entabló una cordial
amistad con Rubén Darío, el máximo poeta latinoamericano de
entonces e iniciador del modernismo literario. Por entonces, el mismo Chocano
ya era un poeta reconocido a nivel del mundo hispanohablante. Su prestigio se
acrecentó con Alma América (1906), libro prologado por Rubén
Darío, donde condensó algunas de sus composiciones más conocidas y aludió a la
vocación mestiza del continente. Ese mismo año publicó un drama en tres actos y
en verso, titulado Los Conquistadores. En 1908 publicó otro poemario: Fiat Lux.
En Madrid conoció a la joven de alta sociedad, Dolores González, con la
cual tuvo una hija, María Esperanza Chocano González (1907). Chocano permaneció
tres años en España, hasta que tuvo que salir de allí apresuradamente, al verse
involucrado en una famosa estafa al Banco de España, oscuro episodio en el que también estuvo
enredado su compatriota, el escritor Felipe Sassone. Debido al escándalo, fue retirado
del servicio diplomático.
En 1908 viajó a Cuba, Santo Domingo y Estados Unidos. Luego pasó a Centroamérica, a la que consideraba como su segunda patria. En Guatemala conoció a Margot Batres Jáuregui, distinguida dama guatemalteca, con quien se casó por lo civil en Nueva York, en 1912. De esa unión nacieron Antonio José (1913) y Alma América (1917).3
En 1912 pasó a México, donde hizo público su apoyo a
la revolución mexicana y sirvió al presidente Francisco I. Madero, hasta que este fue depuesto y asesinado.
El nuevo gobierno mexicano encabezado por Victoriano Huerta expulsó a Chocano, quien viajó
entonces a Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos. En Nueva York desempeñó misiones confidenciales al
servicio del gobierno revolucionario de Venustiano Carranza.
Nuevamente en México, actuó también como secretario de Pancho Villa, a quien dio consejos acerca de la
reivindicación agraria. Incluso llegó a participar en la toma de Chihuahua. Su entusiasmo por la causa revolucionaria mexicana fue innegablemente
sincero.
Enemistado con los bandos mexicanos en disputa, en 1915 pasó a Guatemala, donde se convirtió en secretario y
consejero del dictador Manuel Estrada Cabrera, en el poder desde fines del siglo
anterior. Desde Guatemala, especialmente en 1918, envió poemas que fueron
publicados con frecuencia en Lima, por el semanario de alcance nacional Sudámerica,
de propiedad y bajo la dirección de su amigo el antiguo Cónsul General del Perú
en Cádiz y en Ciudad Guatemala, el periodista Carlos Pérez Cánepa. Luego que
Cabrera fuese depuesto en 1920, Chocano fue apresado y condenado a muerte, pero se salvó por intercesión
del Papa, el rey Alfonso XIII de España, los presidentes de
Argentina y Perú, así como varios escritores de América y Europa.
Envejecido y enfermo, Chocano convaleció en Costa Rica, donde conoció a Margarita Aguilar Machado, joven de 19 años, prima de su esposa guatemalteca. Surgió un apasionado romance entre ambos. Margarita sería la última pareja de Chocano, unión de la que nació el último hijo del poeta, Jorge Santos.
Chocano retornó al Perú en diciembre de 1921, después de diecisiete años de ausencia. Habían ya fallecido Manuel González Prada y Nicolás de Piérola, ídolos de su juventud, así como su
protector, Javier Prado Ugarteche. En Lima recibió el entusiasta aplauso de
las multitudes, la prensa y la intelectualidad. José Gálvez Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, José María Eguren y César Vallejo fueron al puerto del Callao para
recibirlo. Recibió el homenaje de la municipalidad limeña. Fue declarado «hijo
predilecto de la ciudad de Lima» y se le brindó una recepción en el Palacio de
la Exposición, donde se le ciño la frente con una corona de laureles de oro,
otorgándosele el título de «Poeta de América» (5 de noviembre de 1922). A pesar de su egolatría, Chocano se mostró siempre cordial con los
poetas que lo admiraban, como Eguren y Vallejo. Sobre este último incluso llegó
a decir, hacia 1930, que apreciaba su poesía, según consta en una carta que
dirigió al poeta y editor Pablo Abril de Vivero.4
En 1924 se celebró pomposamente en Lima el centenario de la batalla de Ayacucho y, para tal ocasión, Chocano escribió su «Ayacucho y los Andes». Por entonces llegó a Lima una importante delegación de intelectuales y escritores latinoamericanos como Leopoldo Lugones, Ricardo Jaimes Freyre y Guillermo Valencia. Como simpatizante del régimen de Augusto B. Leguía y amigo del dictador venezolano Juan Vicente Gómez, Chocano elogió públicamente a las «dictaduras organizadoras» de Latinoamérica; por su parte, Lugones afirmó que había llegado «la hora de la espada» para el continente. Estas declaraciones tuvieron una amplia repercusión en los diarios americanos. El escritor José Vasconcelos atacó desde México a Chocano, y lo calificó de «bufón». Como era de esperar, Chocano respondió a Vasconcelos, usando los más duros términos y haciéndole las más ácidas críticas. Un grupo de catorce intelectuales peruanos se solidarizaron con Vasconcelos y firmaron una declaración al respecto. Entre los firmantes se hallaban José Carlos Mariátegui, Manuel Beltroy, Luis Alberto Sánchez, Carlos Manuel Cox y Edwin Elmore. Este último era un joven y fogoso escritor limeño, que presumiendo de «librepensador», se hallaba obsesionado con atacar al régimen leguiísta. No conforme con firmar la anterior declaración, escribió un largo artículo contra la dictadura de Leguía y sus partidarios, entre ellos Chocano, a quien calificó de «vulgar impostor». Dicho artículo debió publicarse en el diario La Crónica, pero ello no ocurrió al no pasar por el filtro del director; sin embargo, debido a una infidencia, el texto llegó a la vista de Chocano, quien enfurecido, llamó por teléfono a Elmore, preguntando insultantemente: «¿Hablo con el hijo del traidor de Arica» (alusión al padre de Edwin, Teodoro Elmore, un ingeniero peruano que había servido en la defensa de Arica de 1880 y a quien se acusaba de haber delatado a los chilenos la red de minas que defendía dicho puerto). Elmore le respondió: «Eso no se atrevería usted a decírmelo en mi cara». Por desgracia, poco después de ese agresivo intercambio de palabras, ambos se encontraron a la entrada del diario El Comercio, en el centro de Lima, adonde había ido a publicar sendas cartas donde se respondían de los mutuos agravios. Elmore le dio una bofetada a Chocano, y este, sin dudarlo, sacó su revólver y disparó a quemarropa a su agresor, quien cayó herido de gravedad (31 de octubre de 1925).56 Trasladado a la asistencia pública, Elmore falleció luego de dos días de penosa agonía. Chocano fue entregado a la justicia y recluido en el Hospital Militar, donde permaneció con todas las comodidades, mientras duró el juicio. Los jueces tuvieron en cuenta la fama del poeta y acordaron una sentencia muy benévola, de tres años de prisión; aún sin estar ésta confirmada, el Congreso, de mayoría leguiísta, dispuso que el juicio fuese cortado (10 de abril de 1927). Chocano nunca se arrepintió de su crimen, y más aún, mientras estuvo detenido, continuó mancillando la memoria del difunto y su padre a través de la prensa. También atacó duramente a los amigos de Elmore, entre ellos a los del grupo Amauta que encabezaba Mariátegui. Sobre el juicio que afrontó escribió una obra titulada El libro de mi proceso, en tres volúmenes (1927-1928).
Comprendiendo que su situación en el Perú era precaria, en octubre de 1928
partió hacia Chile y se estableció en Santiago. Allí intentó subsistir con colaboraciones
periodísticas y recitales; pero se vio acosado por la pobreza y por conflictos
sentimentales. A tal punto llegaron sus apremios económicos, que incluso empeñó
la corona de laurel de oro que la municipalidad de Lima le otorgara en 1922.
Empezó a publicar sus Memorias, simultáneamente en varios
periódicos del continente. Publicó también Primicias de Oro de Indias,
antología poética. Planeaba editar una colección de sus poemas organizada de
manera cíclica, bajo el título de Oro de Indias.
Su amigo y protector Leguía fue derribado en 1930; para entonces, Chocano ya se había distanciado de aquel. Tampoco
simpatizó con los nuevos dictadores del Perú, Luis Sánchez Cerro y Óscar R. Benavides. A raíz de la guerra colombo-peruana de 1933, escribió un folleto
titulado El escándalo de Leticia ante las conferencias de Río de
Janeiro (1933). Era partidario del respeto al Tratado Salomón-Lozano.
Como no superara su precaria situación económica en Chile, se dedicó a
jugar a la Bolsa, arruinándose económicamente y gracias a un supuesto clarividente se obsesionó ilusamente en buscar el
tesoro oculto de los jesuitas en el centro de Santiago (actual calle 21 de
Mayo), para lo cual logró incluso el permiso de las autoridades municipales
chilenas. Pero no halló nada; para mientras, decenas de supuestos videntes y
timadores orbitaban su lugar de faena intentando sonsacarle recursos. Uno de estos
personajes sería fatal: Martín Bruce Padilla.
En la tarde del 13 de diciembre de 1934, viajando en un tranvía de Santiago, fue apuñalado por la espalda por
Martín Bruce Padilla. Herido de dos puñaladas en el corazón y dos en la
espalda, Chocano falleció casi en el acto.
Tumba de José
Santos Chocano, enterrado de pie y en un metro cuadrado de superficie (tal como
lo había pedido en un poema) en el Cementerio Presbítero
Maestro.
El asesino, en su defensa, adujo haber sido socio de Chocano en una empresa
de búsqueda de tesoros ocultos y estaba seguro que el poeta había logrado algún
beneficio, excluyéndolo a él de las ganancias. Un examen psiquiátrico determinó
que el homicida era un esquizofrénico paranoico, por lo que fue recluido en un manicomio de la capital chilena, donde falleció años después.8
Chocano murió pobre. Su sepelio en Chile fue casi apoteósico.9 Sus restos fueron trasladados a Lima
el 15 de mayo de 1965, siendo enterrado de pie y en un metro cuadrado de superficie (tal como lo
había pedido en un poema) en el Cementerio Presbítero
Maestro, en medio de
homenajes oficiales y la indiferencia literaria.
Se le considera como uno de los representantes peruanos de la corriente modernista, compartiendo junto con Rubén Darío (Nicaragua), Manuel González Prada (Perú), José Martí (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México) y José Asunción Silva (Colombia). Sin embargo, cabe recalcar que algunos entendidos consideran que por su
carácter, Chocano está más cerca del romanticismo que del modernismo, mientras que
otros, como es el caso del crítico estadounidense Willis Knapp Jones, lo llegaron a denominar como mundonovista. El mismo Chocano se sentía distante del «afrancesamiento» de Rubén Darío
–aunque por momentos lo imitase– y demandaba, en armonía con el llamamiento
de José Enrique Rodó, una poesía que reflejara la naturaleza y
la historia de América. Su pretensión lo llevó alguna vez a compararse
con Walt Whitman, el célebre vate estadounidense: «Walt
Whitman tiene el norte, pero yo tengo el sur».
Pero muchos estudiosos entienden que Chocano es muy diverso además de
prolífico, por lo que algunas veces es épico y otras es lírico. Épico, es por ejemplo, su poema «Los caballos de
los conquistadores», tan lleno de ritmo y fuerza atronadora, convertida en una
pieza clásica de recitación. En la lírica destacan breves composiciones íntimas
y delicadas como el «Nocturno Nº 18 (La canción del camino)», «Las orquídeas»,
«La magnolia», etc.
BLASÓN
Soy el cantor de América autóctono y
salvaje;
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje
con un vaivén pausado de hamaca tropical...
Cuando me siento Inca, le rindo un vasallaje
al Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje,
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el León de Oro;
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
¡Y de no ser poeta, quizás yo hubiese sido
un blanco aventurero o un indio emperador!
Obras:
Iras santas (1895), En
la aldea (1895), Azahares (1896),
Selva virgen (1898),
La epopeya del morro (1899),
El derrumbe (1899), El canto del siglo (1901), El fin de Satán y otros poemas (1901),
Poesías completas (1902),
Los cantos del Pacífico (1904),
Alma América [1906 y
1908), Fiat lux (1908),
El Dorado: epopeya salvaje (1908),
Puerto Rico lírico y otros poemas (1914),
Ayacucho y los Andes (1924),
Primicias de oro de Indias (1934),
Poemas del amor doliente (1937),
Oro de Indias (1940-1941),
Páginas de oro (1944),
Los fines de la Revolución Mexicana considerados dentro del problema
internacional. Conferencia pública del 3 de junio de 1914, en el Teatro de los
Héroes, de Chihuahua, México. Imprenta del Gobierno.- Chihuahua.- Gilberto A.
de la Garza, Director.
Teatro:
Sin nombre (1896), El nuevo Hamlet (1899), Vendimiario (1900),
Ingénito (1902), El hombre sin mundo (1903), Mundo
rural y urbano, Los conquistadores (1906).
Prosa: Los fines de la Revolución Mexicana (1914),
Idearium tropical (1922), La coronación de José Santos Chocano (1924),
El libro de mi proceso, (1927-1928), El escándalo de Leticia (1933),
El conflicto peruano-colombiano (1932-1933), El alma de Voltaire y otras
prosas (1940), Memorias (1940),
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ESTIMADOS AMIGOS, MUCHAS
GRACIAS POR SU FINA ATENCIÓN Y LOS ESPERAMOS EN EL SIGUIENTE PROGRAMA 1317 DE VIERNES LITERARIOS /
18 DE DICIEMBRE 2020 / 7
P.M.
I PARTE
EDUARDO ARROYO, MARITA TROIANO Y
LA
NARRATIVA DE ANTONIO MUÑOZ MONGE
II PARTE
HOMENAJE AL POETA NACIONAL ALEJANDRO
ROMUALDO CON OCASIÓN DEL XCIV ANIVERSARIO DE SU NATALICIO.
_____MÚSICA: SHIRLEY
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