MUJER
Nos enseñaron, ver en ti
una piedra tallada en su esencia
una imagen caprichosa y volátil
un diamante de placeres
una escultura cincelada,
con supuestos finos sentimientos
sin derechos ni pensamientos
total, la primera experiencia
de orquídeas y alhajas de oropel.
De cuando en vez un destello
hecho neón, desvistió al
desierto
y de repente se desprendió el
oasis
para guardar un espacio
histórico,
la inmolación de heroínas
a corazón abierto, enfrentaron
al abuso, a la fuerza y la
estupidez
la dantesca e infame decisión
cometida sin virtud ni piedad.
Tus entrañas claman libertad,
turgente e innata libertad.
Mujer, una voz y señal ausente
aún… en estos sinuosos tiempos
atrapada sin diáfanas respuestas
¿sexo débil?
en el tablero misterioso de la
vida
en general una pieza de ajedrez
utilizada burdamente al azar
con o sin tu consentimiento.
Sin embargo…
eres flor encendida sin tiempo
sin sosiego, sin aspaviento.
Son tus manos tiernas, lozanas,
eternas
porfiadas sojuzgan al destino
del adiós.
Aún sostienes tu raíz encadenada
un eslabón de soterrada
prisionera
ensayas a diario una sonrisa de
maniquí
a pesar de la bellaca pareja
hostil
retomas en apariencia, azarosos
días.
Solo en el candil de tus
recuerdos
los primeros episodios, cuando…
Venus, musa, beldad, inspiración
musitaron a tus oídos… después qué.
Acaso en vano el sacrificio
universal
hasta cuándo… hasta cuándo
esa pesada lápida que oprime día
a día
hasta cuándo… hasta cuándo
el letal silencio del Himno de
por obsidiana y piedra azul en el
crepúsculo
bajo el peso de la simbiosis coloquial
la justicia no tiene sexo
te invoco, juntos a caminar y ofrecer
la luz etérea en medio de este
laberinto
lacerante rambla que aún falta
recorrer.
Juan Benavente / Lima, 1998
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