Viernes Literarios

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CÉSAR VALLEJO

miércoles, 26 de septiembre de 2012

GOZAR CON LAS BAJEZAS AJENAS


                                                                                              Por Gonzalo Portocarrero

Los programas televisivos como “El valor de la verdad” producen en el público un gozo fuera de toda ley y moral. Es un gozo que envilece porque en vez de enriquecer a la persona, la degrada. Implica siempre algún tipo de desconocimiento y desprecio por las particularidades del otro. Se trata de una burla sobre la desgracia ajena que impide el desarrollo humano auténtico. 
El real valor de ese programa es la confesión de las intimidades más vulgares de las personas. Son verdades que rayan con lo delictivo, con lo inmoral. No importan la personas por sus logros sino porque se han prostituido, han participado en tráfico de drogas o simplemente esconden sentimientos egoístas. 
Son formatos, eso sí, muy populares y rentables para quienes trabajan en la televisión.
De ahí que sean tan sintonizados en casi todo el mundo. Su atracción radica en la facilidad con la que pueden ser consumidos por la audiencia. La gente desconfía de lo que
no es de rápido entendimiento o lo que les impone un trabajo intelectual. Es más fácil para
cualquier persona evadirse de la realidad y dejarse llevar por la morbosidad que cultivarse
como persona. Eso se debe, en general, a que vivimos en una sociedad cuyos ideales están por los suelos. Que ha perdido su capacidad de sorprenderse y cada vez necesita más situaciones impactantes. 
Quienes consumen estos programas tienen una actitud bastante permisiva con la vida.
Sienten un goce con la confesión de las bajezas. Es preocupante que sean precisamente
los más jóvenes quienes se vean atrapados por esta clase de programas. Se corre el riesgo de crear una generación de personas despreocupadas por los problemas del otro. 
Hay que tener en cuenta que este público ávido de intimidades no solo consume televisión.
Hay muchas personas que siguen blogs que funcionan como diarios íntimos, lo que constituye otra forma de exhibicionismo. 
No hay duda de que en “El valor de la verdad” nos encontramos con un caso muy parecido al de Laura Bozzo. Las confesiones de las personas que participan en ese programa no conducen a un desarrollo personal, no alimentan ningún afán estético. Solo representan lo más chato y burdo de la sociedad. 
En el crimen de Ruth Sayas, en el que al parecer hubo una pugna por el premio que ganó
la joven, hay cierta responsabilidad de los conductores y de la emisora. Ellos lucraron con la exposición denigrante de sus intimidades. 
Sí es posible lograr un balance entre rentabilidad y calidad en los contenidos televisivos.
Es difícil, pero sí se puede ofrecer a la audiencia productos que sean interesantes y de alta calidad. Además, en la historia ya se han producido este tipo de casos. Solo basta recordar a los Beatles: ellos combinaron el éxito de ventas con calidad musical.
                                                                              Lima, 25 de setiembre de 2012

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