Viernes Literarios

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CÉSAR VALLEJO

domingo, 15 de febrero de 2015

ENTREVISTA DE CÉSAR HILDEBRANDT AL POETA NACIONAL JUAN CRISTÓBAL


(En Radio San Borja, en el programa “Al día con Hildebrandt”, el 4/7/2008)

CH: Estamos con Juan Cristóbal, del cual no se dice nada en la gran prensa, lo cual dice mucho y bien de él. Es uno de nuestros mejores escritores, uno de los más obstinados en mantener un estilo y cultivar un estilo, un comercio carnal con el idioma. Pocas gentes como JC han tratado el castellano como él lo ha tratado, en el Perú, por lo menos. Y yo le tengo admiración y quiero decírselo públicamente. Creo que JC merece muchísimo más que críticas y glosas, y no diré nombramientos, pero sí membresías en el exclusivo club literario del Perú, donde, como siempre, está dominado por una oligarquía que al final de cuentas será olvidada. ”Para olvidar la muerte”, es el título de unos de sus libros de los más recientes y que tiene párrafos memorables y que tiene sobre todo un tono extraordinario que a mi me ha cautivado. En todo caso, con JC no vamos a olvidar la muerte, sino vamos a tratar de olvidar los obstáculos a la creación. ¿Es difícil ser escritor en el Perú, verdad?
JC: Absolutamente difícil, porque los gobiernos, cualquiera sea el tipo que tengamos, no se preocupa por los problemas culturales del país. Se ha escrito una infinidad de veces que no hay una política cultural y al no haber esto, no hay una política editorial, pero si hay una política editorial para favorecer a los grandes consorcios culturales, que no velan, no digo por la literatura peruana, sino por la literatura del continente que no llega al país. Claro que sí vienen los autores y los intereses que ellos manejan desde los centros imperiales. Entonces nuestros problemas culturales en general, hablo de los regionales, provinciales, locales, esa literatura que también se hace dentro del país se desconoce.
CH: ¿Qué has pretendido con tus libros al escribir?
JC: Las dos cosas que se pretende con los libros: la primera, transmitir las experiencias personales y colectivas, los sentimientos diversos que nos viene desde la infancia, que uno ve y sufre, la segunda, tratar de comunicar lo que uno cree y aprende de las experiencias personales y colectivas. Y en relación al libro que citaste, y a otros más, es tratar de descubrir el lado oscuro del ser humano que tenemos, eso me ha preocupado muchísimo porque hemos hablado de los amores, de las felicidades, a veces muy superficialmente, pero no de lo que es y porqué es y cómo es el ser humano en su comportamiento negativo, de esto poco se escribe y habla. Y eso me ha interesado no sólo a nivel literario, sino como parte integral del conocimiento humano.
CH: El pesimismo no está de moda, sin embargo vuelves a estar a contrapelo con la literatura actual.
JC: El pesimismo se produce siempre: en el desamor, en el desencanto, hay un escepticismo, una vergüenza por uno mismo y por los demás, sin embargo siempre habrá un rasgo de optimismo respecto a la vida. Benedetti decía con toda claridad: “Seguiremos siendo socialistas a pesar del desencanto que nos ofrece el derrumbe del socialismo”.
CH: ¿Es tu caso también?
JC: Sí, aunque en forma contradictoria. Siento que en la última década, en los últimos 15 años, para ser más precisos, han sido muy sensibles respecto a creer en el ser humano, en la existencia misma, sin embargo a veces leo autores como García Márquez, Saramago, Benedetti, el Che y vuelvo a tener optimismo en la vida.
CH: Me refiero al socialismo también.
JC: El socialismo lo entiendo ahora de una manera más teórica. No en el socialismo que hubo o que algunos grupos pretendieron o pretenden hacer en el país, que desearon implantar citando a José Carlos Mariátegui, pero traicionándolo permanentemente, no comprendiendo que JCM era un hombre abierto a la cultura, a las ideas, a la política, a los diferentes ángulos del pensamiento social, un ser sensible y abierto a todo ello no lo hacía fácil de convencer, porque era un hombre que tenía muy en claro sus ideas políticas y culturales, por eso podía conversar y discutir con todos los demás.
CH: ¿Tú dirías que el socialismo es humanista o no es?
JC: Así es, y esto se ha dicho desde mucho antes. El Che Guevara publicó hace muchos años un artículo en una revista chilena, “Punto Final”, sobre el socialismo y el humanismo, y la izquierda latinoamericana, especialmente la peruana, no lo entendió. Como tampoco entendió a Marx, a Mariátegui, a Ho Chi Ming. La izquierda peruana sólo buscaba sus intereses personales, y por supuesto, detrás de todo ello, se desarrollaba y crecían los antagonismos, los egoísmos, los personalismos y oportunismos y más cosas. Y la literatura al final de todo, mientras que Mariátegui y el Che planteaban que la cultura debería estar en primera fila de un pensamiento y de una práctica socialista, la izquierda la ignoraba. El hombre nuevo, del cual hablaba el Che, debería tener una nueva cultura, educación, sensibilidad, conducta, significaba ser mejor que los demás y también ser mejor frente a la sociedad. Lamentablemente, la izquierda aquí fracasó en eso y en muchas otras cosas. Fracasó en el proyecto humano de ser socialista.
CH: Y en los valores actuales, dentro de la izquierda, ¿está ganando la vanidad, el egoísmo?
JC: Creo que sí, los intereses personales, disfrazados de intereses colectivos.
CH: En el mundo actual hay gente que camina con un cuchillo entre los dientes.
JC: Exacto. El egoísmo, la sensibilidad y la vanidad de los escritores respecto unos de otros, que no debiera existir, pues podrían haber cambio de ideas, discrepancias, pero no ese tipo de actitudes que son capaces de acuchillarte por la espalda, sin aceptar que cada uno es parte del mundo cultural del país. Reconocer que somos un país heterodoxo, como decía Antonio Cornejo Polar, es también reconocer que somos varias o muchas culturas a la vez, lo cual nos hace tener puntos de vista diferentes, modos de entender la cultura en forma diferente, nada de esto se entiende, se quiere prevalecer a como de lugar, incluyendo la traición.
CH: O sea ¿deberíamos regresar a los valores de la tolerancia?
JC: De la tolerancia, aceptando que podemos discrepar.
CH: La tolerancia implica la discrepancia.
JC: Y también la crítica y la autocrítica, los entendimientos hasta donde cada uno sienta que es posible sin traicionar los puntos de vista que defiende.
CH: El otro día leí un artículo cuyo título erra “¿Dónde se fue la rabia del 68?” ¿Dónde se fue, ah?
JC: Yo te hablaría de la rabia del 65. Nosotros teníamos una rabia alegre, jubilosa, creíamos en la revolución, en la nueva sociedad, en el nuevo ser humano.
CH: ¿Y qué pasó?
JC: Se murieron los mejores. Otros, que estuvimos apoyando, traicionamos, porque no hicimos lo que debimos de hacer.
CH: ¿Qué debieron de hacer?
JC: La revolución. Debimos entregarnos a la causa que enarboló Javier Heraud, De la Puente, Guillermo Lobatón, Máximo Velando.
 CH: ¿Tú te sentiste mal por haber sobrevivido?
JC: Sí.
CH: ¿Debiste morir?
JC: O vivir. En toda revolución se vive o se muere…Pero algo que no puedo explicarme, es que después de mucho de lo que pasamos, alguna gente se fue con el fujimorismo, estuvo en sus filas.
CH: Pablo Macera estuvo allí.
JC: Un ejemplo más y muy lamentable. Y lo hizo por plata, que fue lo peor. Pablo significó, en algún momento, una voz que se escuchaba, una especie de profeta, de gurú, y fíjate lo que hizo. Es parte de nuestra herencia cultural. Eso nos dejó sin referentes. Por eso se nos viene encima muchas veces el escepticismo, la incredulidad, la desesperanza.
CH: ¿Y tú te has vuelto nihilista?
JC: No, nihilista no, pero escéptico sí frente a muchas cosas que escucho, que ofrecen, que señalan tanto los políticos como los personajes de la cultura, de la sociedad en general. Me es difícil creer, después de todo lo que pasamos con el fujimorismo, en el ser humano, como un ser auténtico, leas y solidario
CH: Tú sólo te sientes intensamente cuando escribes…
JC: Y cuando veo a mis nietos… A pesar que cuando escribo siento que me hiero pues trato de ir de frente a las cosas, tomar al toro por las astas, y eso se lo debo en parte al periodismo, al grupo Hora Zero, pero he aprendido a profundizar, especialmente a través de un lenguaje directo que proviene de la calle, de la cárcel, pues también tuve una experiencia por allí. Y mira que vengo o venía del surrealismo y hay amigos que me decían y dicen que mi estilo tiene algo diferente, pero se parece a ambos estilos, al surrealista y al directo, al hiriente, al callejonero, al violento, al lleno de desamor y desalentado, pero esto en el fondo es aparente, porque soy optimista desde ese desencanto. Lo único que trato es de señalar, sin ambages ni distorsiones, los problemas de la sociedad y del hombre, sus lados oscuros y sombríos, sus locuras y traiciones.
CH: ¿A quién le debes literariamente?
JC:  A dos poetas, que respecto a mi y a mi poesía pueden parecer contradictorios: a Jorge Teillier y a Juan Gonzalo Rose. De ellos creo haber recogido su ternura, la violencia de sus ternuras, sus hondas sabidurías, y una cosa más que poco críticos o poetas ven, sus desgarramientos. Por eso hay que leerlos bien, porque son profundamente desgarradores. Son seres que en el fondo eran o estaban como desamparados, como esos vagabundos que se mueren en la intemperie. Finalmente te diré algo más: hay poetas que me han impresionado más por su vida que por su poesía, a pesar que eran buenos poetas. Te cito sólo un caso: Martín Adán, gran poeta, pero su vida me fascina más, me atrae, me subyuga y descompagina a la vez, pues era un hombre que no hablaba, que bebía días y noches y no hablaba, vivía en el manicomio, debía tener una conciencia que debía ser explicada por la psiquiatría o por la ciencia. Tampoco puedo dejar de citar a Juan Ojeda, gran poeta, de una vida parecida a la de Martín Adán, pero con otra clase de ternuras y locuras.
 
 

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