Viernes Literarios

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CÉSAR VALLEJO

domingo, 4 de noviembre de 2018

HOY CELEBRAMOS LA GESTA DE TÚPAC AMARU II

E4 de noviembre de 1780 durante o después de una fiesta en Tungasuca, donde Túpac Amaru era cacique, él y sus partidarios apresaron a Antonio Arriaga, corregidor de Tinta (lugar de nacimiento de Túpac Amaru), y lo mantuvieron cautivo por seis días hasta finalmente ejecutarlo públicamente. Antes de ejecutar a Arriaga, Túpac Amaru lo convenció de que pidiera a algunos españoles que le llevaran dinero para rescatarlo. Túpac Amaru se movilizó por áreas rurales logrando muchos adeptos, principalmente entre los indígenas y mestizos, pero también de algunos criollos. El 17 de noviembre arribó al pueblo de Sangarará, en donde las autoridades españolas del Cuzco y de las áreas cercanas habían colocado una fuerza de 900 hombres. El ejército de Túpac Amaru, que había crecido hasta varios miles de hombres, los derrotó en la batalla de Sangarará al día siguiente, destruyendo la iglesia local en donde se había refugiado un buen número de personas.
El 27 de febrero de 1781, los rebeldes, en venganza por la ejecución de Tomás Catari, masacraron a uno o dos millares de personas en Chuquisaca, asesinando a hombres, mujeres, niños y religiosos por igual. ​El visitador español José Antonio de Areche actuó en respuesta al levantamiento de Túpac Amaru moviendo tropas desde [Lima] y desde lugares tan lejanos como Cartagena de Indias en la actual Colombia, logrando reunir unos 17.000 hombres, muchos de ellos indios auxiliares más tropas regulares y veteranas.9​ Las tropas de Lima fueron el instrumento de ayuda para repeler los intentos de Túpac Amaru con 10.000 rebeldes​ de capturar el Cuzco en diciembre y en enero. También tuvieron éxito los realistas en defender La Paz por 12.000 alzados gracias a la valerosa resistencia de José Sebastián de Segurola.​ Luego de esos fracasos, la coalición que seguía a Túpac Amaru comenzó a desintegrarse, empezando por los criollos que lo abandonaron y se unieron a las fuerzas gubernamentales.
A finales de febrero de 1781 las autoridades españolas comenzaron a operar con ventaja y Túpac Amaru y su familia fueron capturados el 6 de abril. El 15 de mayo fue sentenciado a muerte, y el 18 de mayo fue forzado a presenciar la ejecución de su esposa y sus dos hijos. Más tarde se le intentó descuartizar vivo atando cada una de sus extremidades a sendos caballos, de manera infructuosa. Finalmente sus verdugos optaron por decapitarlo y posteriormente despedazarlo. Más tarde, el virrey mandó a repartir las partes de Túpac Amaru en los pueblos que apoyaban la rebelión, para intimidar a la población.
El decreto de Areche que siguió a la ejecución de Túpac Amaru II incluyó la prohibición de la lengua quechua, el uso de ropas indígenas, y virtualmente cualquier mención o conmemoración de la cultura incaica y de su historia.
Muchos indios y mestizos se sublevaron al estar endeudados con los comerciantes españoles, a los que asesinaron donde les encontraban; por ejemplo, así sucedió cuando los mineros recibieron a los mensajeros del Sapa Inca y su «teniente» Dámaso Katari.​

Rebelión en el sur y últimos intentos

La prédica de Túpac Amaru se esparció más al sur del Cuzco en la región cercana al lago Titicaca en el Alto Perú, entonces perteneciente al virreinato de Buenos Aires. Allí se produjo otro alzamiento en diciembre de 1780, liderado por Túpac Katari, que fue ayudado por un primo de Túpac Amaru llamado Diego Cristóbal Túpac Amaru. Esta rebelión se benefició con la incorporación de las fuerzas remanentes que habían sobrevivido a la captura de Túpac Amaru. Katari sitió La Paz durante seis meses en 1781 con sus pobremente organizadas fuerzas que alcanzaban el número de 40 000,​ en su mayoría aymaras,​ falleciendo 15 000 a 20 000 personas,​ pero fue capturado y ejecutado en noviembre de 1781. Sin embargo Diego Cristóbal Túpac Amaru (primo de Tupac Amaru II) continuó con la rebelión hasta el 15 marzo de 1783, fecha donde fue capturado y condenado a la pena capital con atenaceado, que se arrancara la carne con tenazas al rojo vivo. Con este, la sublevación de los indígenas terminaría.​


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