CORRUPCIÓN
No hay perdón porque…
sí saben lo que hacen.
Es la amorfa
tragedia de siempre
donde la
muerte languidece moribunda
ciega ante
tanta crueldad como apóstol de maldad
cubre los
sinsabores que sacuden malos vientos
de rayos y
relámpagos de asuetos ajenos
caen directamente
en el epicentro de la conciencia
incinerando
esperanzas de briosos pensamientos
clamor de
justicia y aspaviento en la mirada nebulosa
una vana
espera que se anida en telarañas por doquier
hipócrita
sonrisa ensayada de funcionario judicial
pues ofrece
galante sencilla intención de sensaciones
contaminadas
idas y venidas plasmadas desde antes
como un vaivén
de inverosímiles justificaciones
ha permitido
la multiplicación de caminos obstruidos,
cerrados, entreabiertos,
heterogéneos y tormentosos
donde las
heridas respiran la frescura del dolor inclinado
en la sombra como
una sorda palabra que implora piedad
en el seno
huérfano y quebrada soledad de la honestidad.
Ruines seres e
indolentes moran en este tercer planeta
confundido entre
la candidez y la violencia sin perdón
donde la abnegada
bondad de rodillas ante la vileza
ensimismada oprime
galopante desde el usurpado poder
donde ellos cuentan
a niños mil y más sin destinos
como ovejas
para conciliar el sueño de la omisión
ocasionando al
infante la cruel insania de todo tipo
salvajes y groseros aplauden vía soterrados
discursos
escondiendo al
monstruo bajo el sobaco de la vergüenza.
Este es mi país… una joya cual pétalo con propio brillo
carcomido por el abuso y los
vicios gangrenan de muerte
ante el vaivén
endémico de enfermedad terminal;
sin embargo
continúas navegando incólume encabritado
entre tus orondas
piedras, ríos, valles y quebradas.
En cada
esquina siempre abominable tu grandeza
soporta
estoicamente la desgracia y nos deja sin aliento
la
indiferencia del tiempo apretando al más pobre
bailando al
compás de la putrefacción multiplicada
ante porfiados
ojos de convivir con gusanos
como células
transformadas en número de nicho común
una impresión incomprendida
de propio sufrimiento
transportado a
la dimensión desnuda del ocaso
de quienes han
preferido ultrajar los principios y
pedantes viven
de la política y no viven la política
ahora son los
mercenarios por mezquinos intereses
dicen poseer suerte
divina y agradecen en sus iglesias
piden perdón y
perdón al azar de los cuatro vientos
al sentenciar
la inocencia condenándola al sufrimiento.
Llegó la hora del himno de la
voz del pan ausente
que sacude al
hombre inmisericorde, ruin sin origen
quien en nombre de la Libertad y la Justicia
se orinaron en
su propio juramento y son otorongos
los turbios,
narcos, lobbystas, proxenetas, violadores,
representantes
de la corrupción enquistada en los palacios
es la inquilina abrazando y coqueteando sin
aspaviento
estos bandidos
se congratulan golpeándose el pecho
y continúan
pisando honores de inocentes por doquier.
Pero ignoran
la fuerza del pueblo cuando aviva
su presencia
en las calles cuales ríos limpiarán
los lodos de
pus que dejaron los innombrables
y será el
diáfano grito del sol ese canto armonioso
cuyo
pentagrama de sendas cadenas quebradas
toca rescatar
el honor de la tierra para sus hijos.
abrazando el
grito del glorioso final de la dignidad
aunque el
tiempo olvide y la luna renuncie a la noche
solo para
enterrar la historia llena de falsos héroes
tras la gloria
de refundar la República Bicentenaria.
Juan Benavente / Lima, mayo 2013
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