Viernes Literarios

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CÉSAR VALLEJO

martes, 11 de febrero de 2020

26 DE ENERO DE 2020: EL CHILENAZO PERUANO



                                                       Por: Dr. Eduardo Arroyo Laguna *

                                                    

El Perú está próximo a celebrar el bicentenario de su independencia. Iniciada nuestra vida republicana en julio de 1821, ésta estuvo guiada por el mandato moral de transformar cualitativamente nuestra sociedad distanciándonos del oprobio del coloniaje hispano, lo que  requería de nuevos actores sociales y proyectos societales originales.

Los tiempos nos hacen ver que tal renovación política se quedó a medias y por tanto, tras doscientos años de vida republicana, continúan aprisionándonos como camisa de fuerza la pobreza, una honda corrupción, la inseguridad ciudadana y múltiples brechas sociales en el terreno étnico, linguístico, regional, de género, racial, etc. Es decir, los lemas de libertad, igualdad y fraternidad caducaron bajo el manto de las diferenciaciones coloniales y hoy la situación política requiere de la urgente refundación de nuestra república.

La gesta independentista no constituyó nuevas clases sociales modernas que pudieran lanzar proyectos que entusiasmaran al conjunto de los peruanos. Heredamos de la colonia el carácter patrimonialista, es decir, la consideración de que los recursos naturales eran propiedad de una casta mandante que lejos de gobernar para todos los connacionales, lo hizo para sus intereses de clase. Tuvimos, por tanto, una fuerte clase dominante y nunca una clase dirigente que supiera relanzar un proyecto como país. Este carácter patrimonialista ha sido la madre de la corrupción extendida, fuente del nepotismo y el manejo clientelista del Estado y sus bienes públicos tratados como si fueran erarios privados y no de toda la nación.

 Si así funcionó la colonia y bajo ese modelo la configuró la élite virreinal articulada al dominio mayor asentado en la península ibérica, la república no logró el advenimiento de un modelo mejor y diferente. Las clases medias intelectuales que dirigieron el proyecto independentista, lejos de incluir al conjunto de clases sociales y etnias que sí congregó el proyecto de Túpac Amaru armando el cuerpo plural del Perú, segregaron a los dominados de siempre. No se convirtió esta clase media o pequeña burguesía militar e intelectual en una burguesía que entre 1821 y 1824 lanzara un proyecto nacional de desarrollo que involucrara al conjunto de clases, etnias, culturas y géneros en el país como a todas las nacionalidades, bloques nacionales y regionales. Careció nuestra independencia de una burguesía con una plataforma de envergadura nacional.

Por ello, nuestro proceso independentista se quedó a la mitad, entre inicialmente capitalista y feudal, con una clase capitalista  nacida  sin alma nacional buscando lucrar del apogeo del guano, posteriormente del salitre, caucho, recursos minerales y agrícolas como pesqueros, una clase capitalista que jamás reinvirtió en el propio país sino que sacó su tajada de ganancia asociada al gran capital extranjero y actúo como intermediaria de la explotación de los recursos nacionales, enviando sus ganancias a la banca europea. Se aconchabó con la burguesía extranjera internacional para depredar los bienes públicos de este país. Con semejante burguesía de carácter mercantilista no podíamos sacar adelante al país ni insuflar de mística a los peruanos. El partido civil, nacido antes de la guerra del Pacífico expresó ese momento de lucidez de relanzar un gran proyecto capitalista, quedándose trunco por la guerra y la destrucción de nuestros recursos naturales de parte de la soldadesca invasora del vecino país del sur.

Cada negocio peruano buscando el apogeo nacional terminó en grandes cuadros de corruptela contrarios al interés patrio. Hemos pasado de gobiernos civiles a golpes militares. Uno de ellos trató de relanzar el país hacia el futuro bajo el mando del general Juan Velasco Alvarado y una posterior constitución, la de 1978, fue fruto de la unión de todas las fuerzas políticas del país.

La actual crisis de régimen ejemplificada en el hecho de que todos los presidentes del Perú del siglo XXI estén a punto de irse a la cárcel, lleva al hartazgo al pueblo que persevera en su esperanza de construir otro Perú con nuevos liderazgos en el que la política esté al servicio de las necesidades populares y no de políticos que se aprovechen del país para sus intereses personales.

EL TRIUNFO DE VIZCARRA CONTRA LOS DEFENSORES DEL VIEJO ORDEN

Tras la experiencia de la mafia fujimorista y los gobiernos neoliberales democráticos que revelaron que también en democracia puede haber corrupción y de la grande, solo interrumpidos por el breve interregno del gobierno de don Valentín Paniagua, se ha lanzado la lucha anticorrupción que ha tenido sus momentos previos en el triunfo contra la minería saqueadora y contaminante en diferentes puntos del país, las marchas juveniles contra ley pulpín, la lucha contra la repartija, la gran marcha NI UNA MENOS y otros éxitos populares.

Todas ellas anuncian que ad-portas del bicentenario se va forjando un nuevo rostro del Perú que no podemos eludir en los análisis. El propio presidente Martín Vizcarra, que en muchos tramos de sus decisiones beneficia a los grandes monopolios y a la CONFIEP, ha enfrentado al radicalismo obstruccionista con su lucha contra la corrupción, verdadero nudo gordiano que ata la resolución de los graves problemas del país. Representa el ala democrática de la burguesía provinciana.  Paralelamente, va creciendo una peruanidad buscando construir otro Perú, bueno y original para todos. Los problemas centrales del país, según los entrevistados, son los de corrupción, inseguridad ciudadana y pobreza, todos los que han estado presentes en estas elecciones. Pero el Perú es un país que no quiere vivir solo de tanatos, de tragedias, de derrotas sino que apuesta por eros, lo vital, lo constructivo para edificar un país diferente. Las encuestas nos hablan de un peruano feliz en esencia, orgulloso de haber nacido en estos territorios pletóricos de recursos naturales, laborioso, con gran capacidad de trabajo, ingenioso, de grandes familias. Y como en política no solo se vota con el ojo político, las elecciones han estado cruzadas por aristas  antropológicas, religiosas, económicas, sociales.

Aparecen otros horizontes que nos recuerdan no solo esa imagen clásica de un Perú de españoles versus un Perú de indios, vieja caracterización colonial trasladada a la república sino que ahora tenemos diferentes Perús desencontrados, desde alas extremistas hasta alas democráticas y alas pragmáticas amorales (entrevista al sociólogo Jorge Yamamoto en RPP por Miguel Chincha el sábado 1 de febrero de 2020).

Y en esta lucha republicana son los bastiones juveniles, de mujeres, trabajadores, pacifistas, proteccionistas, defensores de la patria y de los derechos humanos que han salido a las calles ansiando cambiar el curso de los acontecimientos.

Estamos ingresando al bicentenario con una lucha abierta por el gobierno de Martín Vizcarra contra la corrupción. Este período anticorrupción ha tenido sus principales picos en las marchas callejeras de 2017, 2018 y 2019 así como en el referéndum de diciembre de 2018 en el que el país respaldó la lucha anticorrupción y las reformas políticas con un 88%, las que no fueron aprovechadas por el gobierno ni por ninguna fuerza política ciudadana para configurar nuevos partidos. Se desperdició esa oportunidad histórica de parte de todas las fuerzas que buscaban renovar la escena nacional. La disolución del congreso de la república en setiembre de 2019 frenó la labor obstruccionista de ese organismo estatal, que había paralizado la vida nacional. Pero sí es importante resaltar que a 200 años de la celebración de la independencia criolla de nuestro país, estemos en una lucha abierta contra la corrupción, contra sus aliados aprofujimoristas y un viejo régimen que, si bien no ha muerto, ha salido muy golpeado de estas últimas elecciones.

Con las elecciones realizadas en el Perú el pasado domingo 26 de enero de 2020, se cierra un capítulo de la lucha anticorrupción y advenimos al bicentenario un tanto libres del lastre obstruccionista que había anidado en el Poder Legislativo y que dificultaba el avance de la vida política del país en total contubernio con las fuerzas más retardatarias del país.

                     SE DIBUJA UN NUEVO MAPA POLÍTICO EN EL PERÚ

Esta fue una elección extraordinaria no acompañada por una elección presidencial sino solo congresal y se desarrolló en el clima de repudio, que es también una tendencia internacional, a las élites políticas y sus partidos.

Se insinuaba un porcentaje alto de voto blanco, nulo o viciado, el que en la práctica amenguó.

Las elecciones dibujan un nuevo mapa político del Perú en el que las masas marchan a configurar una identidad política y la construcción de una nueva peruanidad. Por ello  golpeó al viejo régimen que ha vivido en el lodazal de la antipolítica,  del blindaje a los corruptos y del atraso del Perú, dejando a Fuerza Popular con escasos parlamentarios y negándole superar la valla electoral al APRA, a SOLIDARIDAD (caracterizada como los Bolsonaros criollos) y los seguidores de Kucszinski (CONTIGO)  que apostaron por un discurso ultraderechista para movilizar a la gente. Estas agrupaciones han sido relegadas al basurero de la historia mientras el fujimorismo pasó de dilapidar 73 parlamentarios que pudieron construir una nueva identidad y otro país a escasos 15 parlamentarios, revelándose que no tenían otro proyecto que oponerse no habiendo nunca asimilado su derrota de 2016 y que Keiko Fujimori no tiene mayor perspectiva política constructiva.

En estas justas parlamentarias, el ganador ha sido el voto no concentrado sino disperso propio de una población ahíta de esperanza buscando por quien votar, por gente nueva, no por los políticos de antaño que nos han defraudado, esa clase política que ya no va más y de nuevos referentes totalmente diferentes con largas barbas, pelo largo y túnica bíblica o uniformados de polo negro y pantalón de comando militar,   morados universitarios y  “machotes”  con lenguaje bronco. Estamos en un momento de gran vacío y es en estos momentos que las poblaciones buscan nuevos horizontes o votan, también, muchas veces por el mal menor.

Se ha pasado de la concentración de Fuerza Popular a la dispersión de los votos. El poder se ha fragmentado. Influyeron en la atomización del voto, además, el poco tiempo de propaganda de plataformas congresales o la inexistencia de las mismas, reflejándose además que el peruano es bueno en su conciencia espontaneísta para tumbar, para la grita pero no necesariamente para la construcción.

                                                 EL CHILENAZO PERUANO

En el cuadro de lucha corrupción versus anticorrupción el ganador es el presidente Vizcarra, frente a la oposición aprofujimorista aliada a Solidaridad, Contigo y sectores de Acción Popular, no la línea oficial de AP (Mesías Guevara, Johnny Lezcano) que era opuesta a un contubernio con el fujimorismo siendo Víctor “Vitocho” García Belaúnde cabeza de un sector acciopopulista siempre afín al aprofujimorismo.

El Congreso queda muy atomizado lo que le permitirá gobernar al presidente. Otra posibilidad, si bien remota, es que el congreso madure rápidamente y emprenda con gran ímpetu sus retos legislativos. Conviene recordar que en corto tiempo empezarán las coordinaciones para la elección presidencial.

Va cuajando una correlación de fuerzas políticas que no calibraron la sociología, las ciencias políticas ni el periodismo que estuvo entrevistando a aquellos que precisamente perdieron en estas justas congresales. Apostaron por el viejo régimen, del cual es una muestra la declaración tras las elecciones de la inefable Martha Chávez denunciando un fraude electoral que solo estaba en su mente paranoide. El ancien regime   agonizaba, se resistía a morir, no entendía su derrota. Fuerza Popular no sabe perder.

En su desconfianza hacia las élites políticas, se auguró un excesivo ausentismo así como un voto blanco, nulo y viciado en un 50%, el que no creció. Visto desde otro ángulo, expresaba el sentir popular de resistirse hasta el último momento para decidir su voto. Sostenemos que las masas peruanas están a la búsqueda de nuevas fórmulas políticas y en este interín tuvieron conciencia de que no habían fuerzas programáticas contundentes por lo que la población peruana votó en general con un voto prudente, sereno y no dio hegemonía a nadie. De ahí que la diferencia de AP (10.1%) respecto al segundo sea mínima y luego venga un pelotón de organizaciones casi empatadas. También ha sido un voto de castigo para la vieja clase política corrupta, llena de blindajes.

El voto ha sido tan multicultural como multicultural es el país. Y el miedo es un ingrediente en el cuadro de la política nacional, sea un miedo a incluir a los pobres o a los diferentes (gays, LGTBI), sea miedo a ópticas diferentes de vida.

Si un rasgo de salud mental en una sociedad es su apuesta por el cambio, un rasgo de enfermedad mental es la intolerancia al cambio. Podemos decir que en el Perú se estaría saliendo de esos tabúes y estaríamos en búsqueda del cambio social, de incluir a los excluidos, los discriminados, a los cholos en este Perú cholo, que los que se mueren de miedo no entenderán jamás precisamente por estos miedos. Radicalismos como el ultrismo de UPP pidiendo fusilar a los corruptos expresan un componente del subconciente nacional así como el miedo a cholos de largas cabelleras y barbas con trajes de épocas bíblicas. La  inseguridad ciudadana fue explotada por el “machote” Urresti presentándose como el Superman de la política. Los temores, también elemento constitutivo del espíritu peruano, “El miedo en política siempre será un arma poderosa. El miedo al cambio, a la inclusión, al respeto a los derechos ajenos…” ( Jorge Bruce en su “Miseria moral “, La República del lunes  3 de febrero del 2020).

Los que se pintaban como la novedad (Partido Morado) quedaron varados en la mitad de la tabla con escasos parlamentarios salvados por el invitado Alberto Belaúnde y algunos intelectuales concluyéndose que al igual que el PPC (que no pasó la valla electoral manteniendo su inscripción), los morados son también un partido limeño metropolitano de clases medias sin mayor trascendencia en el país en su conjunto. En las últimas semanas se encharcaron en escándalos domésticos explotados por la prensa y sus rivales políticos. A estos morados que aparecían como la renovación, la realidad les pasó la factura que acabó siendo de lo más tradicional (golpizas a esposas y líos de faldas).

No ha sido un triunfo categórico por la baja votación de AP (10.1%) lo que no da para andar cantando de flor en flor con la V de la victoria. Es un triunfo angustiante y angustiado.

Acción Popular tiene su ala chola, del Perú profundo encarnada en su anterior presidente, Mesías Guevara y Johny Lescano, los que combaten al ala conservadora que se subió al carro de la victoria el mismo día de la votación cuando en la práctica éste es un triunfo de una Acción Popular que vuelve a sentir el pulso de los de abajo. Más bien, el ala de Vitocho ha votado por el fujimorismo y se opusieron a la disolución del congreso mientras que Barnechea lagrimeaba abrazado al ataúd de Alan García. Acción Popular, bien decantada, será una de las voces a considerarse en el futuro de la configuración de la identidad política del país.

La gente ha votado contra la corrupción, lo que implicaba apostar a una AP popular de veras, una Alianza para el Progreso, Somos Perú, Frente Amplio, un FREPAP expresión del mundo andino pobre, casi todos trabajadores informales y por tanto ligados a los de abajo, siempre marginados e insultados como serranos. Pero la prédica pacifista del mensaje de un tawantinsuyo con la biblia y su mensaje de cero corrupción y de transparentar la política, de hacer política  desde abajo, este enfoque religioso, también presente en el subconciente nacional, puede haber gravitado para entusiasmar no solo a los frepapistas sino a algunos  indecisos. Es el lado antropológico, religioso, de un grupo que  participa desde los años 80 en la política del país y que hace trabajo de base, de hormiga, agrario ayudando a repoblar las fronteras, fronteras vivas, ese trabajo de bases que caracterizó a la izquierda socialista, la hizo fuerte, fue su marca de fábrica y le permitió ser la izquierda más fuerte de América Latina a fines del 70 y mediados de la década del 80 del siglo pasado y que hoy ha perdido porque todos quieren ser líderes sin trabajo de bases, sin bases debajo de su liderazgo, por tanto puro cascarón.

El voto novedoso fue destinado a los frepapistas, confiados en su trabajo en equipo, en su vida en colectividad que esperan la segunda llegada de Cristo esta vez al Perú que se convertiría en el epicentro de esta religión de carácter ecuménica. A los frepapistas como a los antaurohumalistas, los hemos vistos siempre en provincias con las bases del país, unos con trabajo agrario en la amazonía, poblando las fronteras y la gente las ha visto trabajar así como a los antauristas con su clásico uniforme militar siempre en los caseríos pobres del país.

Si bien un mundo evangélico y pentecostal está creciendo en el mundo a la cabeza del ala conservadora guiados por el supremacismo blanco, el FREPAP es decididamente peruano, hijo de nuestra idiosincracia. Es una andinización bíblica autoconsiderada como un movimiento pacífico. El FREPAP ha planteado un programa congresal de 10 puntos con los que muchas fuerzas democráticas podrían estar de acuerdo (eliminación de la inmunidad parlamentaria, mayor tributación a los ricos, cero corrupción, apoyo al agro, reducción de la jornada de trabajo, revocabilidad de los parlamentarios, etc). Entre estos puntos no figura su consideración del mundo gay como del matrimonio gay y asuntos de género, puntos en los que tienen una visión conservadora pero no lo han planteado como medidas de primer orden, si bien el periodismo ha atizado estas preguntas y Callahua ha pisado el palito. El FREPAP está presentando su cara más civilizada en estos diez puntos mientras su cara intolerante, conservadora ha intentado no sacarla aún.

Frente al FREPAP, ha crecido la violentista UPP aliada a Antauro Humala, estridente en su pedido a favor de la pena de muerte, de fusilar masivamente a los corruptos (algo que muchos ciudadanos piensan en secreto) y un racismo al revés a partir de la consideración de que la raza indígena es una raza superior. La UPP encarna ese afán de venganza contra aquellos que han deshecho al país amenazando con llevar al paredón a los corruptos, al fusilamiento masivo (parecido al caso de Singapur en sus inicios).

Hay que reivindicar el trabajo de bases que es lo que ha desaparecido en la izquierda  que habría perdido el Cusco y el sureste andino, el sector más radical del país cediéndoselo a los antauristas. Hay un radicalismo en las masas andinas recogido por la UPP envalentonada en su condena a todos los políticos del país, mensaje que anida en los subconscientes de muchos peruanos hartos de un país estancado teniendo tantos y tan variados recursos naturales, megadiverso y multicultural.

                                                    PRIMERAS CONCLUSIONES

Tanto el lado religioso del FREPAP está presente en la idiosincrasia de los peruanos como el lado autoritario de pedir borrón y cuenta nueva, todos los políticos al paredón mientras de otro lado, la cabeza de Podemos Perú (el “machote” Urresti) logra la mayor votación presentándose como el antídoto contra la inseguridad ciudadana, un generalote jubilado saliendo a las calles a combatir a la corrupción a balazos en batidas continuas e interminables. Es lo que quiere la gente. Ese es el lado triunfal del “machote” Urresti que ante la tremenda inseguridad ciudadana termina siendo el más más votado.

La gente no quiere políticos de discursos y escritorio sino gente que se ensucie los zapatos y que esté con las masas en los mercados, las movilizaciones, en las faenas agrícolas, en las calles, en los comedores con los “agachados”. La gente quiere políticos como la gente.

Ha sido un voto de rechazo de los pobres, un voto contra el Estado y el estado de las cosas, y un voto de advertencia de que si no cambian las cosas, están las bases listas para cambiarlas de raíz sea por la violencia del Locumbazo, por la promesa paradisiaca de Ezequiel Ataucusi Gamonal o por el machote Urresti, cuyo jefe de partido se va a la cárcel en estos días descuadrando la candidatura del machote.

Esta es la correlación atomizada, del chilenazo peruano, que a diferencia de Chile con sus problemas embalsados, una olla de presión, reventó del modo más abrupto en todas las plazas chilenas.

La particular reventazón peruana en estas elecciones que redibuja el mapa político del país se ha venido dando por partes y capítulos en numerosas marchas, captura de las bandas de Orellana, Álvarez en Ancash, apoyo a los jueces Carhuancho y los fiscales Vela-Pérez por el caso Lava Jato y la captura de “Los cuellos blancos del Puerto del Callao”, referéndums, cuestiones de confianza, disolución del congreso y un nuevo escenario se reconfiguraba mientras los podridos se blindaban entre ellos.

EN SUMA. Si bien la política es el arte de los consensos no de la confrontación, hoy pasadas las elecciones congresales, ha llegado el momento de la política entendida como diálogo y búsqueda de puntos comunes,  entendida por Vizcarra quien ha convocado para esta semana una  reunión con las organizaciones políticas respondiendo el ultrismo de UPP que el presidente no debe desesperarse y que para UPP lo primero será liberar a Antauro Humala mientras el FREPAP, a última hora, canceló su asistencia a Palacio de Gobierno aduciendo que aún no habían juramentado.

En marzo será el momento de la definición de bloques parlamentarios. Se habrá pasado del limbo en que ha estado Vizcarra a tener que gobernar de verdad para llegar al bicentenario con algún éxito social en bien del pueblo peruano.
                                                                                  5 de febrero de 2020
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  (*) Decano del Colegio de Sociólogos del Perú
                                                                   




1 comentario:

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