INFINITA GRATITUD
A mi madre que partió…
Es la melodía de una lágrima cual péndulo tambalea
como una espina escondida a la deriva del destino
tal vez será la fusión del sentimiento
que envuelto oscila en mi pensamiento
al recordar tu viva imagen, suave voz, tierna mirada,
ligero caminar, tratando de ganarle al tiempo y
todo por dar el paraíso en la cima del horizonte.
Madre mía siempre inmensa, inmensa madre
inevitable ahora es el dolor infinito
al encontrar tu ausencia en mis recuerdos
que ruedan libres en tus límpidos anhelos
que solo supieron acariciar la médula del alma.
Mi memoria trae tu mágico quehacer cotidiano
ángel de día, ángel de noche brillante luz
iluminas por doquier el limbo de ensueño
como un sello majestuoso de inmenso amor
anidas el corazón en tus manos en fastuoso capullo
donde tu rostro de niña traviesa arrancaba sonrisa plena
y desde siempre percibo tu vibrante alma de energía
impregnada con esa misteriosa dosis de bondad.
Llegabas a interpretar aún la pena del gorrión
cuando tus alegrías y tristezas alcanzaban
el tamiz
del garabato de mundo en el que viviste
conjugando el sosiego pintabas el alma de azul
con tus manos extendidas más allá de la esperanza.
Juan Benavente / Lima, 2020
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